Capítulo 49 No es que no tengas cerebro

La fuerza en la mano de Martín aumentó de repente, y Nora arrugó el entrecejo de dolor. De pronto, él bajó la voz, ronca y fría como una cuchilla. —¿Tú para qué crees te llamó esta noche? Las pupilas negras de Nora se movieron ligeramente, revelando un atisbo de confusión. En efecto, hasta ese momento no había logrado entender por qué Juan la había llamado. ¿Acaso solo quería presenciar un espectáculo? ¿O pretendía que viera con sus propios ojos a Martín y Gloria juntos, para que así perdiera toda esperanza? Él soltó su barbilla de repente. Justo en ese instante, las puertas del ascensor se abrieron y él salió primero, mientras ella se quedó descalza dentro. Un segundo antes de que las puertas se cerraran, él se giró bruscamente, la jaló hacia él y la levantó en brazos. El corazón de Nora dio un leve tirón y sintió cómo la sangre comenzaba a correr desbocada por todo su cuerpo. La llevó cargada hasta depositarla en el asiento trasero del carro. En cuanto el chofer encendió el motor, su