Capítulo 50 Serenidad
Martín no prestó atención a sus palabras y avanzó a grandes zancadas hacia la escalera.
Nora estaba en sus brazos, pero su corazón latía con una inquietud incontrolable.
Vivía en el quinto piso y no había ascensor.
Quizás era por su buena condición física, pero la cargó escaleras arriba sin jadear ni una sola vez. Nora, en cambio, se sentía incómoda, como si tuviera espinas por todo el cuerpo.
Aguantó un buen rato antes de preguntar en voz baja: —¿Podrías bajarme y explicarme qué significa todo esto?
Él inclinó la cabeza y le lanzó una mirada. —¿Te gusta andar descalza?
Nora no creyó que fuera un gesto amable. Y en efecto, al segundo siguiente lo escuchó decir: —No pienses demasiado. No me gusta deber favores.
La luz del pasillo parpadeaba, iluminando sus facciones angulosas. Su expresión seguía siendo sombría.
Sin embargo, el silencio que los rodeaba y la cercanía entre ambos le dieron a Nora la falsa impresión de que su voz no sonaba tan fría.
Al cabo de un momento, su voz volvió a r

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