Capítulo 102
Mi corazón dio un pequeño brinco.
Levanté la cabeza. Él sonrió y me preguntó: —¿Qué pasa?
Murmuré algo en voz baja.
Él no escuchó bien: —¿Qué querías decir?
Con molestia, me di la vuelta y me alejé.
—Ten cuidado. Mañana te llevo a comer.
No me volteé: —No quiero comer, como todos los días.
Él volvió a preguntar: —¿Entonces a dónde quieres ir a jugar? Yo me encargo de organizarlo.
Ya había corrido una buena distancia cuando, al escuchar esto, no pude evitar mirar hacia atrás.
Lo vi allí, recostado tranquilamente en la puerta del coche, con las piernas largas cruzadas de forma relajada, las manos metidas en los bolsillos de los pantalones.
Me miraba sonriendo, el viento nocturno acariciaba su cabello, y algunos mechones jugueteaban sobre su frente.
Vi cómo las sombras, iluminadas por las farolas, jugaban en su rostro, creando una escena tan atractiva que me hizo latir el corazón.
Me quedé mirando, inmóvil.
Él me hizo una señal con la mano: —Sube, te estoy viendo subir.
Mi rostro se sonro

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