Capítulo 111
Julia siempre la provocaba a escondidas, pero Andrea no mostraba la menor reacción, como si un puñetazo se hubiera hundido en algodón.
Eso la enfurecía y la dejaba profundamente frustrada.
Pasó un tiempo indefinido antes de que Salvador recordara que aún había una Andrea en la habitación.
Le acomodó bien la manta a Julia, metió las esquinas con cuidado y luego se volteó hacia Andrea.
—¿Qué querías? —preguntó con el rostro sombrío, sin el más mínimo rastro de la ternura que había mostrado frente a Julia momentos atrás.
Andrea dejó el periódico con calma, levantó su rostro sereno y hermoso, y habló con voz suave, incluso con una ligera sonrisa: —¿Podemos hablar en privado un momento? No los molestaré, ¿verdad?
Él, con expresión altiva; ella, tranquila y apacible.
De pie uno frente al otro, emanaban una sensación de extraña incompatibilidad.
No sabía por qué, pero al ver a Andrea de esa manera, el corazón de Salvador se tensó sin querer.
—De acuerdo.
Los dos salieron de la habitación, uno

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