Capítulo 23
Ignacio se quedó inmóvil, sin comprender: —¿Qué?
—Ya que te has casado, vive bien tu vida. —La voz de Alicia era serena. Luego miró a la mujer que tenía delante. —No le pongas una mano encima, o ya sabes lo que te espera.
La mujer asintió rápidamente y se acercó para tomar a Ignacio de la muñeca: —Cariño, vámonos a casa, te cuidaré bien.
Aunque no fuera a pegarle, tenía muchas otras formas de torturarlo.
Y además, era tan fea, tan gorda, tan mayor.
¿Y él? Ignacio era aún un joven lleno de vida.
Ignacio forcejeaba como loco: —¡Alicia! ¿Cómo puedes hacerme esto?
—¡Dijiste que siempre me protegerías! ¡Dijiste que yo era lo más importante para ti!
—¡Alicia, me equivoqué!
Su llanto se fue apagando a lo lejos, mientras Alicia, sin mirar atrás, entraba en el despacho.
Allí, encendió fuego a todo lo relacionado con Ignacio.
Fotos, regalos, los dibujos que él había hecho de niño, las llamas devoraban el pasado, y las cenizas flotaban en el aire.
Desde ahora, esa casa solo podría guardar huellas

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