Capítulo 17

Gonzalo regresó a Ciudad de la Montaña Dorada, pero no podía evitar seguir pendiente de la situación de Ángeles. En todas las fotos que los detectives le enviaban, siempre aparecía Julián. La mirada de Gonzalo se volvió opaca, y él mismo parecía una sombra de lo que fue. Desde que supo que Ángeles y Julián estaban juntos, sintió que su alma había perdido. Perdió la confianza que lo caracterizaba, y cada día cumplía sus tareas como un autómata. Comía sus tres comidas diarias puntualmente, pero su rostro no mostraba ni una sonrisa. Se aferró obstinadamente a restaurar la habitación de Ángeles tal como estaba antes. Como si al hacerlo pudiera engañarse y creer que ella no se había ido. De esa manera, su estado mental se volvía cada vez más inestable. Incluso comenzó a dormir en el cuarto de Ángeles, y de vez en cuando murmuraba su nombre. Marcaba una y otra vez el número de teléfono de Ángeles, pero la respuesta era siempre la misma: apagado. Aun así, él insistía en llamar repetidamente.