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Capítulo 5

Ángela detuvo a Rubén con una sonrisa ligera. —Es un secreto. Pronto lo sabrás. Planeaba entregar ese gran "regalo" en persona durante la cena de su aniversario de bodas. Rubén no pudo evitar sonreír. —De acuerdo, compra lo que quieras, siempre y cuando dejes de estar molesta conmigo. De pronto, recordó algo. —Por cierto, Angi, ¿no dijiste anoche que querías preguntarme algo? Ángela permaneció serena. —Ah, ya lo olvidé. Rubén no le dio más importancia. —Bueno, cuando lo recuerdes, me lo dices. Ahora duerme. A la mañana siguiente, en cuanto Rubén salió de casa, Ángela tomó el acuerdo de divorcio y fue al despacho de abogados para encargar la gestión del trámite. El abogado le aconsejó reunir cuanto antes pruebas de la infidelidad de Rubén. Terminada la conversación, Ángela condujo hasta el centro comercial y escogió con esmero un regalo de cumpleaños para Valeria, su abuela. Ese día era el cumpleaños de su abuela, y Ángela tenía previsto regresar a la casa de los Díaz para cenar con la familia. Como era costumbre, Rubén solía acompañarla cada año. Pero esta vez, Ángela no lo invitó. Sin embargo, apenas cruzó la puerta de la mansión, se encontró con él. Estaba sentado junto a Susana, hombro con hombro, en una cercanía demasiado evidente. También estaban presentes Juan y su madrastra, Nuria Delgado. Nuria hablaba con confianza: —Susana tiene un carácter difícil; menos mal que tú, Rubén, no te molestas con ella. Él respondió con voz fría: —Es lo mínimo. Susana ha pasado por muchas cosas por mi culpa... Ángela se tensó. Así que todos sabían que Rubén y Susana eran pareja, y la única que vivía engañada era ella. En ese momento, Susana, siempre perspicaz, la notó y exclamó: —¡Ángela! Todas las miradas se dirigieron hacia ella. Rubén se levantó de inmediato y caminó hacia Ángela. Ella lo miró con frialdad, sin pronunciar palabra, y subió las escaleras rumbo a la habitación de su abuela Valeria. Detrás de ella, Nuria lanzó una burla cargada de desprecio: —Qué falta de modales, ni siquiera saluda a sus mayores. Ángela se detuvo apenas un instante, sin volver la cabeza. —¿Tú? Una mujer que destruyó un matrimonio no tiene derecho a pedir "respeto". —¡Tú...! —Nuria se puso pálido por la rabia. Pero con Rubén presente, no se atrevió a discutir más. Buscó apoyo en Juan—. Querido, ¿has oído lo que acaba de decir? Juan arrugó la frente, con el semblante oscuro. —¡Ángela, ven aquí y discúlpate con Nuria! Susana se apresuró a intervenir, poniéndose del lado de su madre. —Sí, Ángela, ¿cómo puedes hablarle así a mi mamá? Hizo una pausa, fingiendo recordar algo con una inocencia calculada. —Ya sé, seguro estás molesta porque Rubén y yo regresamos juntos, ¿verdad? Pero no es lo que crees. Esta tarde él me acompañó al hospital para una revisión, y luego nosotros... Ángela ya no pudo contenerse; se giró bruscamente. —Susana, si tanto te gusta actuar, ¿por qué no te haces actriz? ¿Revisión médica por dos cachetadas? Era tan ridículo hasta le daba risa. Antes de que el eco de sus palabras se desvaneciera, Rubén levantó la voz. —¡Ángela, ya basta! Te estás pasando. Pide disculpas ahora mismo a la señora Nuria y a Susana, o si no... —¿O si no qué? —Lo interrumpió Ángela con una mirada desafiante—. ¿Vas a pedirme el divorcio? Las pupilas de Rubén se contrajeron, sorprendido. No esperaba escuchar esa palabra salir de la boca de Ángela. Cuando quiso reaccionar, ella ya se había dado la vuelta. En el piso superior, Valeria yacía en la cama. Al oír el ruido, abrió los ojos con esfuerzo y habló con voz ronca: —¿Angi, eres tú? Ángela se apresuró a acercarse, dejando el regalo sobre la mesa de noche. —Abuela, feliz cumpleaños. Valeria le tomó la mano con fuerza; su cara reflejaba preocupación. —Escuché que estás embarazada... ¿Es cierto? Ángela dudó un instante y luego asintió. —Sí. —Ay... —Valeria suspiró, con los ojos humedecidos—. Angi, has sufrido tanto. Los tratamientos de fertilización son tan duros, y Rubén te hizo pasar por eso ¡noventa y nueve veces! —Si algún día se atreve a lastimarte, aunque me cueste la vida, no se lo perdonaré. Ángela no quiso que su abuela se preocupara, así que guardó silencio sobre la verdad. Conversaron un rato más, hasta que Valeria, agotada, se quedó dormida. Solo entonces Ángela bajó las escaleras en silencio. En el comedor resonaban risas y charlas alegres, pero en cuanto ella apareció, el bullicio se apagó por completo.

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