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Capítulo 6

Ángela ignoró a todos y se dirigió directamente hacia la salida. Juan estalló de ira. —¡Ángela! ¿Qué te crees que es este lugar? ¿Vienes y te vas cuando se te da la gana? Ángela soltó una risa. Si no fuera por su abuela, jamás habría vuelto a poner un pie en esa casa. Al regresar a la villa, recibió un mensaje de José. [¿Cómo va todo?] Los dedos de Ángela se movieron con rapidez sobre el teclado. [El acuerdo de divorcio ya está en manos del abogado. Todo marcha según lo planeado]. José respondió con un gesto de OK. Ángela apagó el celular y subió al baño para asearse. Esa noche, Rubén volvió nuevamente a la madrugada. Al verla despierta, le tendió un paquete de comida. —No cenaste, ¿verdad? Te traje tus fideos favoritos. Come un poco. En otro tiempo, esas palabras la habrían conmovido profundamente. Pero ahora no sintió absolutamente nada. Sabía muy bien que Rubén no lo hacía por preocupación, sino para mantener las apariencias. De pronto, la pantalla del celular se iluminó. Era un mensaje de Susana. [Ángela, Rubén y yo salimos a comer algo y le pedí que te llevara una porción. Come bien, no dejes que tu bebé pase hambre]. "Vaya" —pensó Ángela con una mueca de desprecio—. "¿Acaso Susana aún no se cansa de estos juegos infantiles?" Al ver que Ángela permanecía en silencio, Rubén creyó que seguía molesta y le habló con suavidad: —Por el bien del bebé, no te enojes conmigo, ¿sí? Mientras hablaba, colocó su mano sobre el vientre de Ángela. —Bebé, ayúdame a convencer a tu mamá. Dile que ya no se enoje con papá, ¿sí? Al segundo, Ángela lo empujó con fuerza. —¡Rubén, no me toques! La expresión de Rubén se ensombreció; se sintió impaciente. —Ya firmé lo que querías, ¿qué más quieres? —¿Puedo pedir lo que sea? —Mientras esté a mi alcance, haré lo que sea necesario. —Entonces, desde ahora, deja de ver a Susana. Rubén se quedó helado; su expresión se endureció. —¿Realmente quieres ponerme entre la espada y la pared? —Soy tu esposa. Entre Susana y yo, ¿elegir resulta tan difícil? Rubén apretó los labios sin responder, pero su mirada se volvió gélida. Ángela dejó escapar una risa amarga. Aunque ya conocía su respuesta, el dolor seguía siendo igual de punzante. Se levantó y lo echó de la habitación, luego cerró la puerta con llave. Rubén, furioso, soltó una carcajada irónica. —Ángela, cada día te pasas más de la raya. ¿Crees que por estar embarazada puedes hacer lo que quieras? ¡Esperaré el día en que vengas llorando a pedirme que vuelva! Ángela murmuró algo, apenas audible: —No te preocupes... Ese día nunca llegará. Afuera, se escuchó un bufido y luego el sonido de pasos que se alejaban. Poco después, el rugido de un motor deportivo resonó bajo la ventana. Rubén se había ido. Seguramente, a buscar a Susana. Efectivamente, una hora más tarde, Susana publicó una foto. Estaba recostada sobre el pecho de Rubén, y su cuello mostraba varias marcas de besos. [Ángela, ¿cómo pudiste echar a Rubén de casa?] Ángela soltó una carcajada incrédula. Nunca había visto a alguien tan estúpido: Susana le estaba ayudando, sin saberlo, a reunir pruebas de la infidelidad de Rubén. De inmediato, tomó una captura de pantalla y la envió a su abogado. A la mañana siguiente, el abogado respondió: [Recibido. Es una prueba muy favorable. Me aseguraré de conseguir la máxima compensación para usted]. [Gracias]. Respondió Ángela. Rubén desapareció tres días antes de volver. Su cara mostraba rastros de embriaguez, y su cuerpo olía a perfume femenino. Entró con una sonrisa y una hermosa rosa roja en la mano, mirándola con fingida ternura. —¿Todavía estás molesta? Estos días he estado ocupado en la empresa, por eso no regresé a acompañarte.

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