Capítulo 24
Las demás personas en la habitación se miraron unas a otras, llenos de sorpresa, pensando que Lorena debía haberse vuelto loca.
Lorena giró la cabeza, dispuesta a subir las escaleras, pero vio a Salvador de pie en el pasillo, con un cigarrillo entre los dedos. No sabía cuánto tiempo llevaba allí.
Ella no le prestó atención y entró directamente en el dormitorio principal.
Durante todos esos años había dormido sola en esa habitación; también tenía allí su computadora.
Apenas cruzó el umbral, Gonzalo, abajo, reaccionó.
—¿Lorena, crees que no me atrevería a matarte ahora mismo?
Furioso, estaba a punto de subir las escaleras, pero se topó con Salvador.
Salvador sacudió la ceniza del cigarro con los dedos, y de inmediato el ímpetu de Gonzalo se apagó; apretó los dientes con rabia. —Salvador, ¿has visto bien su verdadera cara? ¡Es detestable!
El tono de Salvador era indiferente, sonaba tanto a burla como a autodesprecio. —La has insultado durante años y ella nunca te respondió. Ahora te dice

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