Capítulo 121
Apreté con fuerza los labios.
En realidad, sí le tenía miedo, aunque ni yo misma sabía el porqué.
Al fin y al cabo, él nunca me había puesto una mano encima, pero, de manera extraña, tenía miedo de que pudiera hacerme daño.
Giré la cabeza hacia un lado, sin decir una sola palabra.
Salvatore, de repente, me sujetó con cierta terquedad la muñeca. —¿Por qué me temes?
Su voz sonaba firme, siempre cargada de una presión que me oprimía el pecho.
No quería verlo; esquivaba su mirada.
Él apretó cada vez más fuerte, encajando sus dedos en mi muñeca. —Respóndeme.
Tomé aire suficiente y lo miré a los ojos. —¡Yo no te tengo miedo! ¿Por qué habría de temerte?
—Entonces, ¿por qué no quieres mirarme?
—¡Solo te detesto y ya! ¿No basta con eso?
Los ojos de Salvatore se tornaron cada vez más oscuros. Se inclinó casi por completo sobre mí, su aliento caliente golpeando mi piel.
Un temblor recorrió mi cuerpo; por instinto lo empujé.
—¡Salvatore, suéltame!
Un dolor agudo recorrió mi muñeca. La herida recié

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