Capítulo 129
Al ver que a su alrededor comenzaba a reunirse cada vez más gente, carraspeé con delicadeza y adopté una actitud indiferente antes de entrar.
Entonces descubrí que casi todos estaban en pareja; muy pocos habían venido solos.
Me toqué la nariz con cierta incomodidad y noté que, bajo la mesa principal, había una fila de asientos, uno de los cuales tenía mi nombre escrito.
Sin dudarlo dos veces, avancé hasta ese lugar y me senté.
Alrededor, la gente murmuraba en voz baja, creyendo que los demás no podían escucharlos; sin embargo, cada palabra llegaba con claridad a mis oídos.
—¿Quién será esta mujer? ¡Es guapísima!
—No lo sé, ¿cómo es que nunca la habíamos visto antes?
—Con alguien tan atractiva como ella, ¿cómo podría no conocerla?
—Espera, ¡me parece que es Bianca!
—¿Bianca, la esposa de Salvatore?
—¡Sí, creo que es ella!
—¿Ella es la señora Suárez? Dios mío, ¡y resulta que es tan hermosa...! Yo pensaba que sería una mugrosa campesina cualquiera.
Permanecí en mi lugar, escuchando todos

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