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Amor que QuiebraAmor que Quiebra
autor: Webfic

Capítulo 4

Emilio ordenó que ataran a Clara. Lo hizo delante de todos los invitados presentes aquel día. —Ella te ofendió, Esther. Puedes desquitarte como quieras —le dijo Emilio a Esther—. Diviértete sin reparos; de la familia Aguilar me encargo yo. Esther miró a Emilio con unos ojos que parecían contener una sonrisa y, al mismo tiempo, no mostrar emoción alguna. Ella preguntó: —¿Puedo hacer lo que quiera? Emilio asintió. Esther mostró una sonrisa radiante y miró a Clara. —Clari, pronto participaré en un concurso internacional de fotografía. Creo que tú serías perfecta como mi modelo. Hoy vas a colaborar conmigo para una sesión de fotos, ¿sí? En el corazón de Clara surgió un mal presentimiento. Esther continuó: —Pero para esta sesión... Necesito una modelo para fotos íntimas. Clari, si te arrepientes, pídeme disculpas, di que no debiste darme esa cachetada y haré que Emilio te suelte. Parecía magnánima. Clara detestaba más que nada esa actitud de Esther. Cuando eran niñas en el orfanato, era igual: Esther, con menos de cinco años, ponía cara de niña obediente y mentía con aplomo ante todos, diciendo que había visto a Clara robar galletas en el comedor. Más tarde, cuando Esther y ella fueron adoptadas por la familia Campos y la familia Aguilar respectivamente, Esther sonreía con inocencia y contaba a todos la historia de que Clara, en el orfanato, se había besado con un niño por un huevo. Había tantas cosas así que Clara ya ni las podía contar. Al principio trató de explicarlo, pero todos a su alrededor parecían creer que la aplicada y angelical Esther decía la verdad. Como si ella, por ser excesivamente bella y con un aire agresivo, hubiera nacido para ser la mala. Clara alzó el cuello y, delante de todos, dijo: —¿Disculparme? Esther, solo lamento que esa cachetada no te haya matado. ¿Quieres desnudarme? ¿Por qué no revisas el álbum del celular de tu flamante esposo? Allí tiene guardadas bastantes... Antes de terminar la frase, Emilio le dio una patada a Clara. Ella, con el dolor, no pudo tomar aire y se tragó la siguiente frase: "mis fotos íntimas". Sin esperar a que Esther hablara, Emilio agitó la mano. —¿Esther no necesita una modelo? ¡Desnúdenla! Cuando Esther haya terminado de hacer fotos, esto se acaba. Su tono fue cruel. —Al fin y al cabo, la señorita Clara, desde los dieciocho hasta los veinticinco años, nunca tuvo buena reputación en Ríoalegre. —Hoy, al desnudarla ante todos, que vean bien de qué vive la famosa señorita Clara. Ella sentía en la boca el sabor metálico de la sangre. No sabía si era por la cachetada o por la patada de Emilio. Tragó saliva con sangre y su mirada fue aún más feroz que la de él. —Señor Emilio, ¡desnúdese usted! Así todos verán a la mujer con la que se acostó durante siete años... No alcanzó a terminar la frase; otro manotazo de Emilio le desvió la cabeza y le cortó la palabra. En los oídos de Clara solo había un zumbido producto de los golpes. Ella sonrió con amargura. Ayer mismo todavía albergaba fantasías, imaginando que Emilio y Esther solo estaban en un matrimonio de conveniencia familiar, imaginando que ella era el verdadero amor de Emilio, que él se divorciaría y cumpliría su promesa de casarse con ella al cabo de un mes. Pero ese día la realidad se lo mostró con claridad: ella no era más que el juguete de Emilio. Había sido utilizada por él durante siete años. Y cuando él ya se cansaba de ella, en vísperas de desecharla, todavía quería darle un golpe mortal. Se escucharon gritos de sorpresa, y una enorme sombra se acercó de golpe. Clara alzó la vista: era la estantería apoyada contra la pared que había perdido el equilibrio y caía en su dirección. Si ese mueble la golpeaba de lleno, no moriría, pero quedaría lisiada. Emilio, por instinto, extendió la mano hacia Clara, que estaba en el suelo, sin posibilidad de escapar. Bastaba con que la tomara para sacarla de la sombra de la muerte. Pero en el instante en que sus dedos rozaron el cuello de Clara, cambió de dirección de repente y, sin dudar, abrazó a Esther, que estaba a cierta distancia del mueble. En los ojos de Clara se extinguió del todo la última brizna de esperanza. Cerró los ojos y esperó su muerte.

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