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Amor que QuiebraAmor que Quiebra
autor: Webfic

Capítulo 5

El dolor esperado no llegó. Alguien se interpuso frente a Clara. Ella abrió los ojos, con las pestañas temblando, y en el instante en que vio aquella cara, las lágrimas contenidas toda la tarde por fin rodaron. —Pedro... —Su voz temblaba. No sabía si era por la angustia o por el susto de haber estado al borde de la muerte. Su mirada pasó por encima del hombro de Pedro y se dirigió a la pareja que no estaba muy lejos. La cara de Esther aún mostraba el espanto sin disipar, mientras Emilio permanecía medio arrodillado frente a ella, con los dedos acariciándole el vientre y murmurando algo para tranquilizarla. Pedro no preguntó nada; sacó un pañuelo, limpió la cara de Clara y la tomó de la mano para llevársela. Al cruzarse con Emilio, este se incorporó y, con suavidad, intentó tomar la muñeca de Clara para apartarla de Pedro. —Clari, no es que no te salvara hace un momento, es que Esther está embarazada... Puedes entenderlo, ¿verdad? Ella sonrió con una mueca de abatimiento. Emilio se inclinó un poco, con un tono todavía más humilde. —Solo necesito un mes, Clara. Sé que en este tiempo quizá has oído rumores, pero créeme, no son ciertos. —Ya estoy organizando nuestra boda; faltan veintinueve días, cumpliré todo lo que te prometí. Sé obediente este tiempo, no escuches ni creas nada de lo que digan afuera, ¿sí? Clara asintió con cansancio. Por más dolor, y por más tristeza, ya solo quedaban unos días. Ella esperaría para ver cómo Emilio pensaba terminar esos siete años de relación secreta. Pedro llevó a Clara a casa. Cuando ella se calmó un poco, él habló. —¿Quieres contarme algo? Por ejemplo... Tú y Emilio. Clara negó con la cabeza, en silencio. Pedro le acarició la coronilla. —Si no quieres, no lo digas. Lo de estudiar en el extranjero que mencionaste ayer ya lo estoy tramitando. Solo que... ¿Quieres que, cuando te envíe fuera, elimine toda tu información personal? Aunque la familia Valdez controle todo en Ríoalegre, esconder a una persona es algo que aún puedo hacer. Clara asintió. —Tengo que viajar por trabajo una semana. —Pedro tomó la maleta—. Esta semana quédate tranquila en casa, no vayas a ningún sitio. La familia Valdez no es algo con lo que puedas enfrentarte, y tampoco puedes con la astucia de Esther. La gente de la familia Aguilar nunca te ha querido. Pedro le advirtió: —Por muy grande que sea la humillación, espérame para hablar cuando vuelva. ... Clara obedeció. Antes, en Ríoalegre, se atrevía a ser altiva, a causar problemas, confiando en que Emilio la protegería. En aquel entonces él era su amante secreto. Ahora ya no. Tras la partida de Pedro, Clara se quedó en casa sin salir, como le habían indicado. Hasta que llegó una llamada de Emilio. —Clari, ya deberías estar tranquila. ¿Nos vemos? Quiero explicarte bien, cara a cara, lo que pasó en este tiempo. La voz de Emilio al otro lado sonaba dulce y envolvente. Clara puso la mano sobre su pecho, sintiendo ese latido desordenado que no podía controlar. —Está bien. El tono de Emilio se oyó muy complacido. —Voy a recogerte. —Está bien. Emilio llegó muy rápido. Como si nada hubiera pasado, la tomó de la mano para subirla al auto, se inclinó con cuidado para abrocharle el cinturón de seguridad y, al incorporarse, le dejó un beso en la sien. Clara, apenas entró en el auto, sintió sueño; bebió unos sorbos de la bebida que Emilio le ofreció y pronto se quedó adormecida. Cuando abrió los ojos, vio todo a su alrededor en oscuridad. Ella, con fobia a la oscuridad, gritó desgarradoramente: —¡Emilio, ¿qué vas a hacer?! ¡Sácame de aquí! ¡Enciende la luz! Estaba tirada en el suelo, atada por detrás. No podía moverse. Miraba la oscuridad profunda a su alrededor y el miedo le subía hasta las náuseas. —¡Emilio, enciende la luz! ¡Te lo ruego, enciende la luz! La voz de Emilio sonó a poca distancia. Era fría, deshumanizada. —Clari, sé que le temes a la oscuridad. Esto es lo más "suave" que se me ocurrió para castigarte por no obedecer. —¿Por qué escondiste a Esther? —Te dije que el mes que viene me casaría contigo. ¿Por qué no haces caso y decides por ti misma? —Esther lleva en su vientre al hijo de la familia Valdez, esto no es un juego. No armes un escándalo. —Dime dónde está Esther, si no, Clari, te arrepentirás. Clara tenía la cara llena de lágrimas. Miró la oscuridad sin fin. —Emilio, ya me arrepentí. —Te lo ruego, déjame ir. No quiero que te cases conmigo, no quiero esperar más. Estos siete años me los merezco. Déjame ir, a partir de ahora seremos dos desconocidos.

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