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Capítulo 5

Bianca abrió los ojos con incredulidad, pero al segundo un guardaespaldas ya se había acercado y le apretó brutalmente las mejillas. Un chasquido seco resonó y, de inmediato, un dolor insoportable le atravesó la cabeza. El tormento fue tan intenso que casi perdió el conocimiento, pero ni siquiera pudo gritar; solo dejó escapar un ronco y doloroso "ho... ho...". Félix, sin embargo, no la miró. Abrazó a la sollozante Viviana y regresó con ella a la habitación. Durante los dos días siguientes, Bianca no pudo comer ni hablar, y aun así fue obligada a presenciar cómo Félix y Viviana se prodigaban caricias delante de ella. El dolor físico y la humillación espiritual hicieron que Bianca deseara estar muerta. No fue sino hasta que se acercó el cumpleaños de Viviana que Félix ordenó que le recolocaran la mandíbula y le dio una instrucción tajante: —La fiesta de cumpleaños de Vivi la organizarás tú personalmente. Si ocurre un solo error, ya sabes las consecuencias. Bianca no dijo nada. Obedeció en silencio, como una cáscara vacía despojada de alma. El día del cumpleaños, el jardín de la mansión estaba decorado como un auténtico mundo de cuento de hadas. Félix colocó en la muñeca de Viviana una pulsera valorada en millones de dólares llamada "Susurro del Océano", la acompañó a cortar un pastel de nueve pisos y, entre las miradas envidiosas de todos, la estrechó en brazos para bailar el primer vals. Bianca se escondió en la esquina más oscura, observando en silencio. Su corazón estaba tan adolorido que había quedado insensible; ni lágrimas le quedaban para derramar. Recordó que en otros cumpleaños, Félix y Nuria se confabulaban para sorprenderla. Los tres reían y jugaban, prometiéndose estar juntos por siempre. "Por siempre"... Qué expresión tan ostentosa. De pronto, Viviana apareció frente a ella con una copa en la mano, avanzando con gracia y una sonrisa tan dulce como maliciosa. —Señorita Bianca, ¿y mi regalo de cumpleaños? Bianca bajó la mirada. —No preparé ninguno. Los ojos de Viviana, sin embargo, se posaron en la delgada cadena de plata que pendía del cuello de Bianca, con un pequeño colgante de gema. —Esa cadena se ve bonita. Me gusta. Considérala mi regalo. Bianca se aferró de inmediato al collar y retrocedió un paso. —¡No! ¡Es la única reliquia que me dejó mi madre! —¿De verdad? —Los ojos de Viviana se humedecieron al instante. Félix se acercó de inmediato. Al ver la expresión agraviada de Viviana, arrugó su frente con fuerza. —¿Qué pasa? —Félix, vi su collar y me pareció hermoso. Solo quería que me lo regalara por mi cumpleaños, pero no quiso... —Viviana dejó la frase a medias, como si las lágrimas fueran a caer. La mirada de Félix se volvió gélida. Ordenó sin titubeos: —Quítenle el collar. —¡No! ¡Félix! ¡No puedes hacer esto! —Bianca forcejeó desesperada, como una fiera acorralada sin esperanza. ¡Era lo último que le quedaba de su madre! Y Félix lo sabía. Cuando su madre murió, fue Félix quien la abrazó y le prometió: "Bia, no tengas miedo, de ahora en adelante estaré contigo". ¿Y ahora? Él ya no la amaba. ¿También le arrebataría la última memoria de su madre? El guardaespaldas arrancó con brusquedad el collar y se lo entregó a Félix. Sin siquiera mirarla, Félix lo colocó en el cuello de Viviana. —Te queda precioso —dijo con suavidad, y tomándole la mano, la condujo de nuevo al centro de la fiesta. Bianca se desplomó en el suelo. En el lugar en el que estaba su corazón se abrió un vacío que la hizo temblar de pies a cabeza. Sin fuerzas, quiso retirarse, pero fue interceptada por un grupo de amigas de Viviana, quienes la arrastraron a un rincón apartado. —¿Y tú, una mujer abandonada, todavía te atreves a hacerle un desplante a Viviana? —¡Eso! ¡Mira quién eres! —¡El señor Félix ya está harto de ti! ¡Sé sensata y vete por tu cuenta! Puños, patadas y maldiciones crueles llovieron sobre Bianca como una tormenta. Ella se encogió, sin resistirse. Hasta que no pudo contenerse más y vomitó un chorro de sangre espesa. Las mujeres se detuvieron de golpe, aterradas, pálidas al ver la mancha roja en el suelo. —¿¡Qué están haciendo!? —La voz helada de Félix resonó de pronto. Al parecer, al notar que Bianca tardaba demasiado en volver, había ido a buscarla.

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