Capítulo 43
Después de que Ana irrumpiera en el baño, se encontró con Javier sin camisa, justo frente a ella.
Ana no sabía adónde dirigir la mirada; apenas intentó girar la cabeza para evitar verlo, Javier se giró aún más rápido que ella.
—¿Quién te dejó entrar? —la voz de Javier, de espaldas a Ana, llevaba un filo helado y violento.
Ana sabía que Javier se enfadaría, pero no esperaba tanto.
El tono gélido la asustó, y aun así apretó los dientes para responder: —No puedes bañarte, tu herida no puede mojarse.
—¿Qué acabas de ver? —su voz seguía glacial.
—¿Qué iba a ver? —Ana estaba confundida.
Javier ni siquiera se había quitado los pantalones; ¿qué podía haber visto?
Solo le pareció distinguir una cicatriz en su pecho, pero como él se dio la vuelta demasiado rápido, no alcanzó a ver con claridad si realmente estaba allí.
En realidad, nunca había visto el torso de Javier.
Cuando le sacaron los fragmentos de vidrio, su camisa solo se había roto en la espalda.
Más tarde, al cambiarle la ropa, también

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