Capítulo 16
Media hora después, el auto de Clara llegó a la entrada de la villa de la familia Flores.
Nada más bajarse, avanzó con paso decidido hacia la sala de estar. Al ver que se acercaba una empleada doméstica, le preguntó con voz fría: —¿Pilar está?
Ante la actitud agresiva de Clara, la empleada no se atrevió a replicar y, algo nerviosa, señaló hacia arriba. —La señora Pilar... está ocupada... en el dormitorio del segundo piso.
Clara no le hizo caso y subió las escaleras.
Al llegar a la puerta del dormitorio principal de Martín y Pilar, la abrió de un fuerte puntapié.
Pilar, que estaba sentada frente al tocador maquillándose, dio un respingo al oír el portazo. Al girarse y ver que era Clara, su expresión se endureció ligeramente y le dijo con indiferencia.
—Si tienes algo que decir, espera abajo, en la sala. Este es, al fin y al cabo, el dormitorio de tu padre y mío. ¡No seas insolente aquí!
Clara no se dignó a escuchar sus tonterías; se acercó al tocador y, de un manotazo, tiró al suelo varios frascos de cosméticos de lujo.
Uno de ellos, que estaba abierto, derramó todo su contenido sobre el vestido de Pilar, empapándole la tela del pecho. Pilar dio un salto, sobresaltada.
—¡Tú... maldita mocosa! ¿Otra vez te volviste loca? ¡Fuera!
La mirada de Clara, fría y cortante, se clavó en ella. —Pilar, sobornaste a mis empleados para matar a cinco perros inocentes, intentando arruinarme en el sector, ¿verdad?
—¡No entiendo de qué demonios me estás hablando! ¡Lárgate ahora mismo!
—No me sorprende. Has vivido media vida y aún no puedes cambiar tu naturaleza vil y mezquina. Clara la fulminó con la mirada. —Si querías atacarme, podrías haberlo hecho con métodos más limpios. ¡Una presidenta de una empresa cotizada, capaz de llegar al extremo de dañar perros inocentes por un resentimiento personal! ¡Eres realmente despreciable!
Pilar, ante aquellas acusaciones, primero quiso reprenderla, pero tras unos segundos se limitó a esbozar una sonrisa fría y replicó: —¿Pruebas?
Al llegar a este punto, Pilar ya no pensaba seguir disimulando. —¡Maldita mocosa! ¿No estabas muy altanera la última vez? ¿No decías que no tenías nada que perder y no te importaba enfrentarte a mí? ¡Esto no es más que una pequeña lección!
—Tienes que entender que yo tengo mucha más experiencia que tú, bastarda. ¡Ante mí sigues siendo muy joven! Si sigues provocándome y tocando mis límites, la próxima vez te mando a la cárcel.
—Sobre todo ese perro muerto que crías. —Pilar soltó unas palabras todavía más venenosas—. Si no lo controlas y me vuelvo a encontrar con una situación como la anterior, tarde o temprano mandaré que lo descuarticen y lo conviertan en carne para perros.
La furia de Clara se encendió al instante: de un manotazo le agarró brutalmente el cabello a Pilar.
—¡Ah!
Pilar sintió cómo le arrancaban el cuero cabelludo; gritó y forcejeó pidiendo ayuda, pero Clara, en ese momento, sentía un odio absoluto hacia esa mujer y apretaba con más fuerza...
—¡Maldita! ¡Suelta a mi madre!
Justo al subir las escaleras, David Flores se topó con la escena. Lleno de furia, se lanzó hacia Clara y le soltó una patada en la cintura tan fuerte que la derribó al suelo.
Sin darle tiempo a reaccionar, David le propinó varias patadas más. —¡Cómo te atreves a ponerle una mano encima a mi madre! ¡Hoy te mato! ¡A ver si sigues tan soberbia! ¡A ver si sigues tan arrogante!
David era hijo de Pilar y Martín, un pendenciero de primera que disfrutaba de peleas y problemas; apenas la semana pasada había regresado de sus juergas en el extranjero.
Clara, derrumbada en el suelo tras aquel ataque brutal, sintió que todo a su alrededor se volvía oscuro y le llegaba a la boca un sabor metálico a sangre.
Al escuchar el alboroto, Martín salió de su despacho para intervenir, pero David parecía un perro rabioso. Finalmente agarró el cuerpo de Clara y lo lanzó con fuerza contra la barandilla.
Casualmente, esa barandilla había sido rota por David dos días antes y todavía no la habían reparado.
El cuerpo de Clara la derribó de golpe y, sin control, salió disparada desde el segundo piso.
—¡¡Ah!!
Mientras caía a toda velocidad, Clara soltó un grito desgarrador de puro instinto...
Pero, para su sorpresa.
Justo en el último instante, cuando estaba a punto de estrellarse contra el suelo, de repente.
Una figura masculina y alta se lanzó hacia adelante; unos brazos fuertes se extendieron y la atraparon en el aire.
Se percibió un ¡Pum! sordo.
El enorme impulso de su caída inevitablemente derribó al hombre al suelo; el cuerpo de Clara cayó pesadamente sobre el torso musculoso de aquel hombre...