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Clara como la LunaClara como la Luna
autor: Webfic

Capítulo 17

En el instante en que tocó suelo, la mente de Clara quedó en blanco y su corazón casi dejó de latir. Cuando sintió algo moverse bajo su espalda, recién entonces comprendió que estaba aplastando el cuerpo de alguien. Al percibir aquel olor masculino tan familiar, giró la cabeza y vio, para su sorpresa, ¡el rostro de Javier frente a ella! En otras palabras, el pobre diablo que se había lanzado para atraparla justo a tiempo era él. Clara quedó estupefacta; en ese momento parecía haberse quedado tonta, mirándolo fijamente con la vista perdida. Estaba tan aturdida que su mente permaneció en blanco y hasta se olvidó del dolor físico. Javier, por su parte, solo le dirigió una mirada de fastidio. Quiso incorporarse, pero un dolor punzante en la espalda y en el brazo izquierdo delataba que estaba gravemente herido... Aunque solo había caído desde el segundo piso, igual la distancia era peligrosa; con la aceleración de la caída era inevitable causar un daño considerable a quien recibiera el impacto. No entendía qué demonios le pasaba a ese hombre: ¡se había lanzado sin pensarlo, arriesgándose a quedar gravemente herido solo para atraparla! Sin dudar ni medio segundo... —¡Javier! Lilia fue la primera en llegar a su lado, con el rostro lleno de angustia. —¿Cómo estás? ¿Puedes moverte? ¿Te hiciste daño en alguna parte? Tú... ¿estás loco? ¿Por qué te metes por ella? Al mismo tiempo, Martín y Pilar bajaron las escaleras a toda prisa, también con el corazón en la boca. Corrieron hasta Javier para disculparse y preguntarle con ansiedad por sus heridas, todos ellos nerviosos al extremo. Mientras tanto, la otra víctima, Clara, permanecía desplomada a un lado, sin que nadie se preocupara por su vida. —¡Javier, de verdad! ¿Cómo pudiste lanzarte así de repente? ¿No ves lo peligroso que era? ¿Y si te golpeabas la cabeza o alguna zona vital? ¡Nos has dado un susto de muerte! —Pilar no pudo evitar recriminarlo. Suponiendo que Javier no sabía lo ocurrido, Pilar cambió de inmediato el semblante y, tergiversando la situación, reprendió a Clara con dureza. —¡Si querías tirarte por la ventana para matarte, podrías haberte ido a morir a otra parte! ¡Tenías que hacerlo justo cuando hay invitados en casa para hacernos pasar vergüenza, no? Por suerte el señor Javier no ha sufrido nada grave; si algo le hubiese pasado, ¡te habríamos denunciado penalmente sin dudarlo! Clara se quedó sin palabras; al oír esas palabras repugnantes, su rostro se volvió lívido y no hizo ninguna réplica. Tras la escena aterradora que acababa de vivir y sumado al dolor físico, seguía aturdida y entumecida... En ese momento, Javier apartó con firmeza las manos que intentaban sostenerlo. Aguantando el dolor, logró incorporarse por su cuenta. Lanzó una mirada gélida a los miembros de la familia Flores y, girándose un poco, habló con voz sombría. —Señor Martín, si no vi mal, ¿su familia está implicada en un intento de homicidio? —Esto... —Martín miró hacia David, el verdadero culpable no muy lejos de allí, y suspiró sin saber cómo explicarlo. —Javier, no lo digas así. Se apresuró a justificarse Pilar. —Verás, la hija mayor de Martín, que nunca da tranquilidad, vino otra vez a armar escándalo en nuestra casa y hasta me atacó con saña a mí, que soy su madrastra. David, al verlo, quiso defenderme, y ¿quién iba a imaginar que ella? —¡Basta! —Javier la interrumpió con impaciencia—. No tengo intención de meterme en los rencores de la familia Flores, pero cada vez que vengo me topo con escenas absurdas y desagradables. ¡Es un fastidio! Si no arreglan sus asuntos familiares, la boda se pospone. No quería permanecer ni un segundo más en aquel hogar caótico; soltó esas palabras y, emanando un frío glacial, se dirigió hacia la puerta para marcharse. Al verlo irse tan deprisa y con la mano aparentemente fracturada, Lilia, su prometida, se llenó de ira. Y al recordar que él acababa de arriesgarse por salvar a Clara y que además había mencionado aplazar la boda, no pudo evitar dedicarle a ella una mirada venenosa antes de estallar. —¡Zorra! ¡Lástima que no te mataras en la caída! Si lo hubieras hecho, todo esto se habría acabado y en esta casa ya no habría tantos problemas.

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