Capítulo 1257
Pedro no tenía ganas de hablar más con él y preguntó directamente: —Si quieres que coopere, ¿no será mejor asegurarte de que siga con vida primero?
La mujer alzó ligeramente el mentón y asintió. —No dejaré que mueras, y el señor Salvador tampoco lo hará.
Salvador bajó las pestañas, detuvo el movimiento de sus dedos y respondió con calma: —Tiene razón. No dejaré que mueras. Te debo una vida; esta vez te dejo ir, considéralo como saldada la deuda.
—¿No te das asco?
Pedro con una voz fría, tan apática que ni siquiera se molestó en mencionar los lazos del pasado.
No tenía sentido; Salvador era, de todos ellos, el que mejor sabía fingir.
Salvador, por su parte, no pareció sentirse ofendido. Solo sonrió levemente y siguió girando el encendedor entre los dedos.
—Pedro, créelo o no, lo que acabo de decir es verdad. Esta vez te dejo ir, pero a partir de ahora competiremos en igualdad de condiciones.
Lanzó uno de los frascos hacia él con un tono indiferente. —La hipnosis requiere una cooperación

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