Capítulo 547
Pedro subió al auto y, una vez dentro, se quedó mirando por la ventana sin pronunciar palabra.
César conducía y, a través del retrovisor, observaba con sumo cuidado la expresión de Pedro.
Quizá los demás no lo supieran, pero él sí: la posición de Claudia en el corazón de Pedro era algo delicado.
En cuanto a qué tan delicado, jamás se había atrevido a imaginarlo.
Pedro contempló el paisaje durante un rato y luego cerró los ojos.
Cuando el auto llegó a los Jardines de la Paz, vio a Lorena sentada afuera.
Ella, aburrida, arrancaba briznas de hierba del suelo; nadie sabía en qué estaría pensando, pero ya casi había dejado calva la zona a su alrededor.
Comparada con la tensión de hacía un momento, a su alrededor reinaba ahora una paz absoluta.
Pedro esbozó una leve sonrisa, se bajó justo allí y se acercó a ella despacio.
Lorena, al oír el sonido de la silla de ruedas, levantó la mirada un instante y lo observó, para luego apartar la vista de inmediato.
Él sabía que ella seguía molesta por l

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