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Capítulo 824

Lorena soltó al hombre y regresó al hotel en el que se había alojado antes. Esperó allí hasta alrededor de las ocho, pero Emilio seguía sin volver. En cambio, el dueño del hotel apareció para traer algunas cosas. Al verla sola, sus ojos brillaron con un destello extraño y, llevando un vaso de agua, se lo ofreció con la esperanza de que ella lo bebiera. A Lorena le pareció ridículo; era una trampa demasiado obvia y no iba a caer en ella. Sacó su pistola y la apuntó contra la frente del dueño. Las pupilas del hombre se contrajeron con fuerza; retrocedió lentamente y se llevó el vaso consigo. Después de aquello, ya no se atrevió a molestarla más. Lorena aguardó hasta las nueve, momento en que la puerta de la habitación fue empujada desde fuera. Antes incluso de ver a nadie, escuchó la voz de Emilio. —¡Lorena! ¡He averiguado algo! Pedro sí que apareció por aquí; se dirigió hacia la montaña más al norte. Pero ese lugar es problemático: hace muchos años un magnate extranjero compró toda la z

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