Capítulo 11
—Entra, anda. —Dijo Florencia, tomando el abrigo que Ricardo se quitaba. Tomás subió las escaleras saltando a su lado.
—Ricardo, los abuelos no están hoy, ¡así que podrás pasar todo el día con mamá!
Florencia se sonrojó de inmediato y le dio un golpecito juguetón: —¿Qué cosas dices?
Tomás le sacó la lengua y corrió a su habitación, cerrando la puerta.
—Ese Tomás, tan pequeño y tan travieso. —Dijo ella, sonriendo con timidez mientras se apoyaba en el pecho de Ricardo.
—Voy a darme una ducha, espérame un poco. —Añadió, guiñándole un ojo antes de entrar al baño.
Ricardo siguió con la mirada su silueta y murmuró: —¿Eres realmente la misma persona?
Si la mujer frente a él era la verdadera, ¿entonces quién era la que, en el restaurante, le dejó marcas a Tomás al apretarle el brazo?
Sin entender por qué, su mente volvió a Carolina. Recordó cuando ella supo de su falsa bancarrota y solo sonrió.
—Ricardo, mientras haya vida, habrá esperanza. Ocúpate de tu empresa; de la casa me encargo yo. —Son

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