El día en que Carolina Sánchez se casó con el hombre que amaba, él se declaró en bancarrota.Durante cinco años de matrimonio trabajó veinte horas diarias; hasta su hijo la ayudaba a recoger botellas para pagar las deudas.En el cumpleaños del niño, ambos estaban disfrazados de muñecos, repartiendo volantes frente a un hotel, empapados en sudor.Un empleado se les acercó: —Ustedes dos, hoy tienen suerte. El hijo de la novia del presidente Ricardo cumple años aquí. A los niños les encantan los muñecos; si bailan un rato, les pagarán mil quinientos dólares.Por ese dinero entraron al lujoso salón de banquetes. Al levantar la vista, Carolina se quedó helada.El hombre del asiento principal, con traje impecable, ¡era Ricardo Martínez!