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Capítulo 2

Cuando Adrián abrió la puerta y entró, llevaba en la mano un vaso de agua y varias pastillas. Sofía estaba acurrucada en el sofá, con la mirada perdida hacia la ventana, como una muñeca de porcelana sin alma. —Sofía, es hora de tomar la medicina. Él se acercó y extendió el vaso y las pastillas. Ella giró lentamente la cabeza, y su mirada, torpe y vacía, cayó sobre aquellas píldoras. Tenía una memoria excelente, sobre todo para colores y detalles. Recordaba con absoluta claridad que las pastillas anteriores eran completamente blancas y mate, sin ese extraño halo azulado. Adrián había cambiado la medicación. Pero en la cara de Sofía apareció una sonrisa dócil y dependiente. —Buena chica. —Adrián acarició su cabello. Ella no vaciló ni un instante y llevó las pastillas a la boca. Justo en ese momento, sus padres y Valeria llegaron; Sofía escondió las pastillas en la palma de la mano. Valeria se quejó: —Papá, mamá, para esa exposición benéfica… ¿cómo voy a presentarme sin nuevas obras? ¡Los periodistas están esperando! La madre respondió enseguida, y su voz atravesó la puerta: —¿Dónde está Sofía? ¡Que pinte! ¿Acaso no está mejor? Entraron en tropel al salón; su mirada pasó por encima de la figura demacrada de Sofía en el sofá y se detuvo directamente en el psicólogo. —Adrián, la exposición de Vali es muy importante. Dale algo de medicación a Sofía para que pinte. El padre habló con su acostumbrado tono imperativo. Adrián miró a Sofía y luego sonrió con suavidad hacia Valeria. —No te preocupes. Sofía ha estado estable últimamente. No hay problema con que pinte unos cuantos cuadros. —Después se volvió hacia Sofía, con voz guiadora—. Sofía, ¿no querías mejorar tu relación con tus padres? Ayudarás a Valeria, ¿verdad? Son hermanas. Sofía levantó la cabeza; sus ojos parecían perdidos, como si intentara comprender lo que decían. Bajo las miradas cada vez más impacientes de sus padres y la amenaza implícita en los ojos de Valeria, finalmente asintió lentamente, y dijo con una voz tenue como el zumbido de un mosquito: —…Está bien. Con sus padres vigilando a un lado, Sofía cerró los ojos, respiró hondo y, al abrirlos de nuevo, solo quedó en ellos una sumisión entumecida. Comenzó a pintar. La obra era un cuadro aparentemente deslumbrante, pero con un núcleo retorcido: un abstracto de fuerte impacto visual, justo lo que Valeria quería. Nadie sabía que, bajo las capas gruesas de óleo que cubrían la superficie, en los trazos del boceto más profundo, ella había repetido una y otra vez su propio nombre: "Sofía", utilizando un pigmento especial, extremadamente fino, que se fusionaba con el color base del lienzo. Ese nombre, como un secreto enterrado, permanecía oculto bajo la falsa gloria, esperando el día de volver a la luz. La pintura terminada fue retirada de inmediato, casi con desesperación. El día de la rueda de prensa, Valeria se situó bajo el resplandor de los flashes y, de pronto, desvió el tema hacia Sofía, que estaba sentada en un rincón. —En realidad, la inspiración de este cuadro vino de la depresión de mi hermana. La sala entera estalló en murmullos; todas las cámaras se giraron de inmediato hacia Sofía. —Ella se veía especialmente hermosa cuando se cortaba las muñecas —continuó Valeria con su voz dulce—. La línea de sangre deslizándose por su brazo me inspiró muchísimo. Y cuando convulsionó intentando suicidarse con pastillas, esa expresión de desesperación… fue el mejor material creativo. Los reporteros se lanzaron hacia adelante como una ola, las cámaras casi chocaron con su cara. —Señorita Sofía, ¿qué pensaba cuando se cortó las muñecas? —¿Podría describir la sensación de estar al borde de la muerte? La respiración de Sofía se volvió cada vez más agitada; los flashes se transformaron en una cegadora masa de luz blanca ante sus ojos. De pronto, cayó de la silla, encogiéndose en el suelo mientras su cuerpo temblaba violentamente. —No… No me graben… Cubrió su cara con las manos, y su voz sonaba hecha pedazos. Pero los reporteros siguieron grabando con más entusiasmo. Uno incluso se agachó, acercándole el micrófono a la boca. —¿Ahora mismo tiene ganas de morir? —¡Diga algo! ¿Por qué se hace la víctima? Sofía empezó a golpearse la cabeza contra el suelo, produciendo un sonido sordo. Se arrancó mechones de cabello mientras dejaba escapar gemidos desgarradores. En la lucha, el vestido se le subió hasta los muslos, dejando al descubierto sus piernas cubiertas de cicatrices por autolesiones durante sus crisis. —Ayúdame… Ayúdenme… —Extendió la mano hacia Adrián. Él, descontrolado, apartó a todos los periodistas. —¡Quítense de mi vista! Ni él mismo entendió por qué, en ese momento, estaba tan desesperado. Se agachó de inmediato, usando su cuerpo para cubrir parte de las cámaras, y le habló con urgencia: —Sofía, cálmate. ¡Mírame! Valeria, de pie en el escenario, rio suavemente frente al micrófono. —Mi hermana está loca —dijo Valeria—. Siempre ha estado celosa de mi talento y finge estar enferma para llamar la atención. Pero, gracias a su locura, he podido crear tantas buenas obras. La madre se levantó de repente. —Como padres, también nos duele. Sofía siempre ha tenido una mente oscura desde pequeña, no como Vali, que es tan brillante y alegre. El padre añadió: —Si no fuera porque Vali utiliza sus experiencias como inspiración, todo lo que Sofía vivió no tendría ningún valor. Aquella misma noche, el video de Sofía revolcándose en el suelo llegó a ser tendencia. #BrotePsicóticoDeSofía #ValeriaCreaConElDolor Sofía apretó los labios hasta sentir el sabor metálico de la sangre. Agachó la cabeza, dejando que su melena cubriera su expresión. La micro cámara escondida en su colgante había grabado cada palabra de Valeria, orgullosa de explicar cómo robaba sus obras. Sofía esperaba que cayeran desde lo más alto, justo cuando más orgullosos estaban. La noche fuera de la ventana era profunda, pero la mirada de Sofía era aún más fría que la oscuridad. Aquella obra de teatro apenas comenzaba, y ella ya estaba preparada para pagar cualquier precio.

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