Capítulo 72
María se acercó deliberadamente un poco más a él, y un aroma familiar invadió las fosas nasales de Alejandro.
Él bajó la cabeza y contempló aquella cara tan próxima.
Una piel como porcelana, unos ojos claros como una piedra preciosa pulida...
En un instante, regresó en sueños a catorce años atrás: la muchacha en sus brazos le había robado un beso en la mejilla y, al ser descubierta, aquellos ojos almendrados que temblaron ligeramente quedaron grabados con nitidez en su mente.
La nuez de Adán de Alejandro se movió.
Había visto en los ojos de ella la sombra de la pequeña.
Al volver en sí, él la sujetó por los hombros para evitar que se acercara más, recuperando la frialdad en su expresión.
—Guárdate tus artimañas. No solo eres una impostora: aunque la propia María estuviera frente a mí, ante mis ojos no sería más que un payaso que fingió su muerte.
Al oír esto, en los labios de María apareció una sonrisa cargada de burla hacia sí misma.
Tras tres años de matrimonio con Alejandro, aunque

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