Webfic
Abra la aplicación Webfix para leer más contenido increíbles

Capítulo 4

La espalda de Alicia estaba llena de cicatrices. A los latigazos recientes se sumaban marcas antiguas, hondas y entrecruzadas, como si el dolor se hubiera grabado una y otra vez en su piel. Todo su cuerpo parecía no tener ya una sola parte intacta, como si cada centímetro gritara el dolor que había soportado. Bruno se quedó frente a ella; el látigo cayó de su mano al suelo. Su rostro perdió todo el color de golpe, y sus ojos estaban llenos de estupor e incredulidad. Sus dedos temblaban, quería tocar su espalda, pero no se atrevía, como si temiera lastimarla aún más. —¿De dónde salieron estas heridas? —Su voz era ronca, contenía rabia, pero también dolor. Alicia bajó la cabeza y esbozó una sonrisa amarga. ¿Por fin lo había descubierto? ¿Se había dado cuenta de que aquella supuesta Universidad de San Eusebio no era más que un infierno? ¿Pero de qué servía descubrirlo ahora? ¿Podía acaso volver aquella Alicia radiante y alegre de antes? No, ya no volvería. Estaba por responder cuando oyó la voz de María detrás, con dulzura fingida: —Ali, decidí no culparte por empujarme al mar, ¿y ahora haces esto para engañar a Bruno? El rostro de Bruno cambió de inmediato, su voz se volvió incierta: —¿Estas heridas son falsas? María soltó una risa desdeñosa: —¿No dijiste que Ali pasó tres años en la Universidad de San Eusebio? Es la más estricta. No salía de ahí, ¿cómo iba a lastimarse? Bruno, no te dejes manipular. El corazón de Bruno se alivió al instante, pero lo que le siguió fue una furia incontrolable. Arrojó el látigo al suelo y, con voz helada, dijo: —¡Alicia, eres incorregible! ¡Desde hoy, nada de comida! Alicia simplemente asintió, sin mostrar emoción alguna. Después de todo, en la Universidad de San Eusebio, pasar hambre era rutina. A veces, tenía que pelearle la comida a los perros. Respondió con voz baja: —Está bien. Luego se dio la vuelta y entró, con una silueta delgada y decidida. En la habitación, la sirvienta Beatriz, quien la había cuidado por años, entró con un frasco de ungüento en la mano. Al ver las heridas en su espalda, las lágrimas le brotaron de inmediato. —¿Por qué no lo contaste? Esas marcas no son falsas. No solo ibas a clase, ¿cómo terminaste así? ¿Por qué no se lo dijiste al señor Bruno? ¡Te quiere! ¡Le rompería el alma! Alicia mantenía la mirada baja, con los ojos vacíos. Las palabras de Beatriz eran como cuchillos que se clavaban hondo en su pecho. ¿Él sentiría dolor? Quizá antes sí. Antes, Bruno realmente la cuidaba. Una vez, un chico le dio una carta de amor y le prometió que, si salían juntos, la llevaría a pasear en coche deportivo. Cuando Bruno se enteró, llenó el garaje de autos de lujo solo para que jugara, con ternura, le dijo: —Eres mi niña, ningún hombre me quitará lo que es mío. Cuando tenía fiebre, Bruno cancelaba reuniones y volaba más de diez horas solo para cuidarla. Cuando le dolía el vientre, le preparaba agua con azúcar moreno y le susurraba: —Tranquila, tómala, pronto pasará. Las lágrimas asomaron en los ojos de Alicia, cerró los párpados y murmuró: —Beatriz, estoy cansada. Quiero dormir un poco. Beatriz se secó las lágrimas, la arropó con delicadeza y dijo con la voz quebrada: —Entonces descansa bien. Alicia asintió, se tumbó despacio y las lágrimas empaparon la almohada. Pensando y pensando, poco a poco se quedó dormida. Y en sueños regresó al pasado. Bruno la llevaba al parque, le compraba helado y subían al carrusel. La miraba con ternura, como si fuera su mundo entero. Pero todo eso estaba ya demasiado lejos. Todo eso ya era parte del pasado.

© Webfic, todos los derechos reservados

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.