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Capítulo 5

Alicia pasó el día en su habitación, las marcas en su espalda aún ardían. Pero ella ya estaba acostumbrada a ese dolor. En ese momento, la puerta se abrió suavemente. María entró con un elegante vestido en la mano. —Hoy es el cumpleaños de Bruno, he organizado una fiesta para celebrarlo. Acompáñame. Alicia negó con la cabeza: —No iré. Pueden ir ustedes. La sonrisa de María se tensó y su tono se volvió amenazante: —Será mejor que te portes bien, ¿sí? Alicia se estremeció, su mirada se volvió vacía, como dominada por algo invisible. Asintió, tomó el vestido y se dio la vuelta para cambiarse. María, al observar su espalda, esbozó una sonrisa de triunfo. Lo había descubierto hacía tiempo, bastaba decirle esa frase a Alicia para que obedeciera, como si estuviera hechizada. ¿Era algo que aprendió en la Universidad de San Eusebio? Si enseñaban moral, ¿cómo podían moldearla así? Antes de que pudiera responderse, Alicia ya había salido vestida con el traje puesto. María la examinó de arriba abajo y asintió con satisfacción: —Vamos, la fiesta está por comenzar. En el salón de eventos, las luces brillaban con intensidad, y los invitados llenaban la sala. Alicia seguía detrás de María, con la cabeza gacha, como una marioneta. Su presencia causó inmediatamente murmullos entre los presentes. —¿Esa es la niña que crió el Presidente Bruno? ¿Por qué se ve tan flaca, sin ningún encanto? —Sí, mi hijo estaba enamorado de ella de niño. Decía que brillaba, que todos la adoraban. Ahora parece una muñeca sin alma. —Comparada con María, se queda totalmente opacada. —La señorita María y el Presidente Bruno son la pareja ideal. Alicia ignoró por completo los comentarios, solo seguía en silencio tras María. María, en cambio, se acercó sonriente a Bruno, se colgó de su brazo y habló con tono dulce: —Muchos dicen que somos la pareja perfecta. Bruno sonrió levemente y respondió con ternura: —Y tienen razón. En el momento de los regalos, María sacó una caja lujosa y dijo con timidez: —Tú ya lo tienes todo, así que este año te regalo un plan de fertilidad. Me encantaría tener un hijo y una hija contigo. ¿Qué opinas? Bruno guardó silencio, miró a Alicia por un instante y luego respondió con ternura: —Lo que tú quieras. María se acurrucó dulcemente en su pecho y luego giró la vista hacia Alicia: —¿Y tú, qué le regalaste a Bruno? Alicia bajó la mirada, sacó una caja de su bolso y se la entregó a Bruno. Bruno la abrió y encontró dentro un brazalete de jade, cristalino y reluciente. María lo miró de reojo y dijo con desdén: —¿Un brazalete? Bruno no usa eso, qué regalo tan inútil. Alicia no respondió, solo levantó la mirada hacia Bruno. Y tal como esperaba, vio el asombro reflejado en sus ojos. Solo ellos sabían que ese brazalete era una reliquia familiar, reservado para la futura señora de los García. Alicia lo había pedido insistentemente, y Bruno, sin poder negarse, se lo dio. Ahora, ella lo devolvía voluntariamente. Con voz suave, Alicia dijo: —Les deseo mucha felicidad. El pecho de Bruno se contrajo con fuerza, estaba a punto de decir algo, cuando de repente se oyó un grito agudo. Al levantar la vista, vio que la gran lámpara del centro del salón comenzaba a tambalearse peligrosamente, y justo debajo estaba Alicia.

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