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Capítulo 5

Durante los años que vivió en Estados Unidos, Raquel había trabajado como modelo y había logrado ahorrar algo de dinero. Sin embargo, invirtió todo ello en la casa que acababa de comprar para asegurar la vida de su hijo, Félix. Sabía que Enrique era solo un chófer y que sería una carga pesada para él asumir la responsabilidad de ser padre cuando no estaba preparado en absoluto. Es por eso que ella sola debía dejar todo listo desde ya. Después de que terminaron de comer, Raquel se despidió de su hijo. Se puso en cuclillas frente a él y lo besó en la frente. Se puso en cuclillas frente a él y lo besó en la frente. Félix estiró la mano y le acarició la cabeza. “Pequeña Raquel, una chica debe saber cómo protegerse cuando se va a trabajar. No trabajes demasiado." Los ojos de Marta brillaron con diversión al escuchar las palabras del menor. Las dos personas frente a ella no actuaban como madre e hijo, sino como un padre con su hija. "Está bien, no lo haré", le aseguró Raquel con una brillante sonrisa. Félix asintió y se paró junto a Marta. Después de eso, Raquel tomó un taxi hasta la nueva casa que había comprado con la ayuda de Marta. Sin embargo, simplemente dejó su equipaje allí, sin siquiera echar un vistazo a la casa o desempacar de forma adecuada. Únicamente se cambió de ropa y tomó otro taxi con rumbo directo a las instalaciones del Grupo Márquez. Había visto a Enrique dos veces antes de casarse con él, ambas veces en la fiesta de un amigo. Uno de los invitados había sido un hombre llamado Guillermo, quien aparentemente formaba parte del Grupo Márquez. Después de emborracharse de más, el hombre le pidió a su chófer que lo recogiera y, en ambas ocasiones, el conductor que fue a recogerlo había sido Enrique. Dado que el temperamento de Enrique era único y diferente en comparación a otros chóferes, Raquel lo había notado desde el principio. No conocía a Guillermo, por lo que no podía acercarse a él y preguntarle sobre su chófer. Por lo tanto, decidió ir al edificio del Grupo Márquez en persona para ver a Enrique. Al llegar al lugar, entró elegantemente en el edificio con sus zapatos de tacón alto. Cuando llegó al mostrador de recepción, preguntó con cortesía: “Disculpe, ¿puedo ver a Enrique? Si no me equivoco, trabaja para el señor Guillermo Márquez." “Lo siento, señorita. No puede reunirse con él sin una cita previa." Al levantar la mirada, la recepcionista notó que la mujer frente a ella era increíblemente hermosa, así que, viéndose influenciada por su apariencia, se comportó complaciente con ella, pero no hasta el punto de romper las reglas de la empresa. Raquel estaba realmente sorprendida con aquella respuesta. No podía creer que hasta para reunirse con un chófer también necesitaba una cita. ¡El Grupo Márquez era en verdad una compañía extraordinaria! Raquel no tuvo más remedio que preguntar: "Entonces, ¿puedo hacer una cita ahora?" "Por supuesto. Le informaré del resultado en unos quince días”, respondió atentamente la recepcionista. Una vez más, Raquel no podía creer que lo que escuchaba. '¿Quince días? ¿Qué clase de conductor era? ¿Por qué había tanta preparación solo para conocerlo?', pensó con asombro. Sin embargo, no podía esperar tanto tiempo. Pero al no tener ni el número de teléfono ni la dirección de Enrique, no sabía dónde más encontrarlo excepto en el Grupo Márquez, así que accedió. "De acuerdo, entonces. Por favor haga una cita para mí. Gracias. Por cierto, ¿hay alguna otra forma en que pueda contactarlo o verlo?" preguntó sin perder la esperanza aún. La recepcionista, acostumbrada a escuchar aquello debido a la cantidad de personas que siempre querían reunirse con Enrique lo antes posible, contestó sin perder el ritmo y con una sonrisa amable: "Lo siento, pero no." Pero por dentro, se burló y pensó: "El Sr. Enrique no es una persona fácil de conocer. Estas mujeres son cada vez más audaces. ¿Creen que pueden obtener algo solo por su belleza? Si fuera así, ¿por qué vendrían a hacer una cita?" Raquel no tuvo más remedio que irse y esperar el resultado. Ella ya tenía conocimiento de que el Grupo Márquez era una de las empresas más poderosas de la ciudad de Yakarta; sin embargo, cinco años atrás había conocido en persona al joven señor del Grupo Márquez, pero ahora ni siquiera podía ver a su chófer. De verdad no se lo esperaba. '¡Cuánto ha cambiado en los últimos cinco años!' pensó Raquel para sí misma. Sin previo aviso, un auto se detuvo en la entrada del edificio. La ventana del asiento del conductor estaba abajo y el coche se movía muy despacio, lo que le dio a Raquel tiempo suficiente para ver la cara de la persona que iba ante el volante, y un instante lo reconoció, ¡era aquella misma cara familiar y hermosa que había venido a buscar! Cuando el auto pasó junto a ella, Raquel descartó cualquier duda que pudo haber tenido con respecto a la identidad de aquel hombre que estaba sentado en el asiento del conductor. ¡Era su esposo, Enrique! Se veía más maduro que cinco años atrás e incluso, con un simple vistazo, era fácil descifrar que hasta su temperamento parecía más tranquilo y sabio que antes. Raquel siempre supo que tenía un rostro hermoso, pero nunca pensó que incluso su perfil fuera tan bello, con aquella mandíbula afilada que se veía tan perfecta. "¡Enrique!", gritó sin pensarlo dos veces. Al escuchar su nombre, el hombre giró la cabeza hacia un lado, buscando la voz que lo llamaba, y al verla parada ahí, sin más, le lanzó una mirada fría, para luego volver la vista hacia el frente y pisar el acelerador sin voltear a verla más. Raquel solo se pudo quedar ahí, observando cómo el coche se alejaba rápidamente. Sin hacer mucho y en un instante, Enrique había creado una distancia considerable entre él y Raquel. La mujer salió de su estupor de inmediato y corrió tras el auto del hombre. “¡Enrique! ¡Enrique! ¡Por favor, detén el auto!”, gritó con desesperación. Pero el auto se movía tan rápido que ella se quedó atrás en un abrir y cerrar de ojos. Mirando la nube de polvo que el vehículo había levantado, Raquel se inclinó con frustración y jadeó pesadamente con las manos apoyadas en las rodillas. Estaba segura de que el hombre la había visto, pero la había ignorado por completo. '¿Es que no se acuerda de mí? Bueno, es posible', murmuró Raquel para sí misma. 'Al fin y al cabo, ese momento especial que compartimos sucedió hace cinco años. Y después, nuestros caminos se volvieron a cruzar.' Pero por el bien de su hijo, Raquel no tenía otra opción. Tenía que encontrarse y hablar con Enrique de alguna manera u otra. En el auto, Enrique vaciló por un momento, pero aun así siguió conduciendo. '¿Fue una alucinación auditiva?', pensó confundido con la situación, falto de esperanza. Se preguntaba si acaso la extrañaba tanto que a menudo estaba soñando despierto de esa forma tan incontrolable. Enrique levantó la cabeza y se frotó el entrecejo. No fue hasta que vio el reflejo en el espejo retrovisor que se dio cuenta de que no era un sueño. En ese fatídico día, esta mujer había aparecido ante él como una hermosa nube. Después de haber estado desaparecida durante cinco años, finalmente apareció frente a él como un espíritu hermoso. Si no hubiesen existido aquellos dos certificados de matrimonio, demostrando que la mujer era real, Enrique habría pensado que se lo había imaginado todo en su cabeza. Una leve sonrisa apareció en las comisuras de su boca. Recordó aquel día, cuando la joven se había apresurado a pedirle ayuda y él la había ayudado gustoso en su auto. Luego había contestado una llamada telefónica durante unos minutos, ¡y en ese mismo momento en el que no le prestó atención, ella se había ido sin despedirse y había desaparecido sin dejar rastro alguno! Para luego, unos días después, enviarle los papeles de divorcio. De principio a fin, toda la situación había estado bajo el control de la mujer. Ese acuerdo de divorcio le había roto el corazón a Enrique. Así que durante los últimos cinco años, nunca le preguntó a nadie sobre su paradero e incluso se obligó a sí mismo a no buscarla. 'Pero ahora, ¿ella estaba de regreso?' 'Sí, parecía que así era.' Después de avanzar un rato, Enrique de repente pisó el freno, dejando atrás de él marcas de derrape en el camino. El coche casi se había estrellado contra una valla y podía oler el humo de los neumáticos. Abrió la puerta del coche y salió rápidamente. Luego, se dio la vuelta y corrió dando firmes pasos con sus largas piernas hacia el lugar donde había visto a Raquel hace un momento. A unos metros de llegar a su destino, Enrique comenzó a caminar con más calma, recuperando su tranquilidad habitual, pero aun así no podía ocultar su evidente ansiedad. Su mente estaba llena de preguntas para las que no tenía respuestas ‘¿Por qué había regresado? ¿Qué quería decirle? ¿Estaba arrepentida de lo que había hecho en el pasado?’ Sin embargo, cuando Enrique finalmente llegó a ese lugar, descubrió que la mujer había desaparecido sin dejar rastro alguno, como si nunca hubiera estado allí. ¡Era como si la historia se repitiera! ¡Enrique sabía que aquella mujer no se quedaría por él! '¿Por qué había regresado?', pensó confundido y con el corazón a mil por hora mientras miraba el lugar donde segundos antes había estado parada aquella mujer.

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