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Capítulo 8

¡Esa misteriosa mujer por fin apareció! Después de aquel rápido encuentro en la mañana, no se habían vuelto a ver en cinco años. En la mente de Enrique, ella aún seguía siendo esa chica joven que le había pedido un pequeño favor en el ayuntamiento. Sin embargo, con una mirada muy fría, le preguntó con lentitud: "¿Te conozco?" Un rastro de tristeza brilló en los ojos de Raquel. Parecía que lo había olvidado todo. Pero no le importó. De todas maneras, no se habían visto en mucho tiempo, así que era de esperarse que no la recordara. "Sr. Enrique, mi nombre es Raquel García. Nos casamos en el ayuntamiento y recibimos un certificado de matrimonio cinco años atrás. ¿Lo recuerdas?", le explicó con una sonrisa brillante en el rostro. Se había vuelto menos arrogante, más paciente e incluso más agradecida con la vida después del nacimiento de su hijo. "He visto demasiadas mujeres. No te recuerdo", le respondió con unos ojos insondables. "¿Qué quieres?" Al ver que aún no la recordaba, ella agregó con ansiedad: "Hace cinco años, nos casamos. Eres Enrique, ¿verdad?" "¿Lo hicimos? Bueno, da igual. No me importa si me casé o quién es mi esposa. Para mí, todas las mujeres son iguales", dijo con una voz muy fría, pero con un brillo indescifrable en la mirada. Sin embargo, tenía un brillo indescifrable en la mirada. Al notar que había olvidado su casamiento por completo y que no tenía sentimientos por ella, no pudo ocultar la decepción en sus ojos. No obstante, sintió algo de alivio, ya que eso era lo que esperaba. De esa manera, podría pasar tiempo a su lado y descubrir su estilo de vida y sus antecedentes sin preocuparse de que él se enamorara de ella. Al fin y al cabo, no le quedaba mucho tiempo de vida. Su mejor final sería ser olvidada. 'En aquel entonces, probablemente se vio obligado a casarse por alguna razón. Quizá por eso aceptó casarse conmigo nada más conocerme. Es normal que ahora no me recuerde. Pero, en ese caso, ¿aceptará a Félix, cuya existencia es incluso más inesperada?', se preguntó en sus pensamientos. Suspiró con lentitud. "Siento mucho lo que pasó en ese entonces." "Señorita García, tu disculpa no es solo barata e inútil, sino que además es tardía", respondió el joven con una mirada llena de indicios de resentimiento. Durante los últimos cinco años, su corazón se había ido congelando cada vez más. Estaba muy disgustado por su reciente aparición sin pedir su consentimiento. "¿Entonces sí me recuerdas?", preguntó. La esperanza pareció inundar el tono de su voz. Enrique frunció con fuerza los labios finos y no respondió. Parecía que, dijera lo que dijera, el resultado sería el mismo. Él no sentía nada por ella y no tenía intenciones de aceptar sus disculpas. Ella se sentía mal por la forma en la que había terminado todo, pero ya no había nada que pudiera hacer para cambiar el pasado. Le ofreció el regalo que tenía en la mano y añadió: "Sr. Enrique, sé que tienes todo el derecho de rechazarme, pero quiero pedirte que me disculpes de todas maneras. Este regalo es una muestra de mi sentir." Aun cuando Félix no existiera, se sentía culpable por haber desaparecido de la vida de ese hombre sin decir nada. Le ofreció el regalo que Mónica le había dado. No era un buen lugar para seguir hablando, así que le suplicó: "Por favor, dame tu número de celular. Tengo algo importante que decirte." Sin embargo, él se limitó a sostener la copa de vino en su mano, con una expresión fría en el rostro. Sus delgados labios seguían apretados en una línea recta, un claro indicador de que las personas debían mantenerse alejadas de él. Félix tendría su misma expresión en el rostro cuando estuviera molesto y rechazara hacer algo. Cuando entendió que no le daría su número de celular, vaciló un poco y un atisbo de arrepentimiento se mostró en su mirada. De pronto, justo cuando estuvo a punto de retirar su mano, él extendió la suya y tomó el regalo. "Sr. Enrique", exclamó la modelo con un gran júbilo en la mirada. "He dejado en la caja mi número de celular. Por favor, llámame en cuanto te calmes." "¿Crees que el resentimiento de cinco años desaparecerá de un momento a otro?", le replicó y tomó el regalo para apretarlo con sus delgados dedos. Luego, dejó la copa en la mesa haciendo un ruido sordo, se puso en pie y salió del lugar. Apretó con más fuerza la caja del regalo hasta que sus venas azules sobresalieron de sus dedos. '¿Resentimiento de cinco años?', se preguntó la joven confundida. '¿No había dicho que no la recordaba? En ese caso, ¿cómo pudo mantenerse resentido por tanto tiempo?' Tal vez sí la recordaba, pero la odiaba por haberse ido sin decirle nada. Quizá había herido su orgullo. Pensó que sería inapropiado seguirlo. Miró sus hombros caídos mientras se iba y se sintió muy incómoda. De hecho, había sido su culpa. Se había escondido de él por cinco años y, ahora que finalmente había aparecido otra vez, solo tenía la intención de colocar una carga sobre él. Aunque el pequeño era un niño inteligente y un encanto, todavía se vería como un extraño irrumpiendo en la vida de Enrique de manera abrupta. Después de respirar hondo para calmar sus nervios, se dio la vuelta y regresó a la fiesta. Habló con los jueces durante un rato. Cuando ya llegó la hora de irse, se acercó a Mónica. La agente, que estaba sentada al lado de Lucía, le susurró en voz baja: "Le he dado el regalo. Cuando se lo entregue a uno de los jueces, no podrá ser seleccionada." Una sonrisa de satisfacción se dibujó en el rostro tierno de Lucía. Bien. Su hermanastra no tenía ningún derecho de aparecer de la nada y competir contra ella. Cuando vio que Raquel se acercaba sin nada en las manos, la agente le preguntó a sabiendas: "¿Dónde está el regalo que te di?" "Se lo di a alguien", le respondió ella con una sonrisa. Su agente no le había nombrado a ninguna persona en específico, así que, para no ofender a los jueces, se lo había dado a Enrique en su lugar. Fuese lo que fuese en la caja, esperaba que él pudiera usarlo algún día. Mónica esbozó una sonrisa radiante, llena de satisfacción. "Muy bien. Regresa y toma un buen descanso. Empieza a prepararte para la primera fase de la prueba. Será en tres días." De hecho, no había necesidad de que se preparara. Al ofrecer "acost*rse" con uno de los jueces, había arruinado su oportunidad de participar en ese desfile y, a partir de entonces, estaría en la lista negra de todos los desfiles en el futuro. Para poder entrar a alguno de ellos, tendría que seguir ofreciendo "regalos" similares a otras personas. No había duda de que solo podría asistir a desfiles de bajo nivel. "¿Cómo te ha ido, Raquel?", preguntó Lucía, colocándose en pie frente a ella y mostrando ternura y amabilidad en la mirada, como si fueran viejas amigas que no se habían visto en un largo tiempo. Solo entonces Raquel se dio cuenta de la presencia de su hermanastra. Llevaba puesto un vestido negro que la hacía ver más madura y noble que cinco años atrás cuando lucía frágil y débil. Era media cabeza más baja que Raquel, por lo que, incluso con tacones altos, apenas alcanzaba su estatura. Solo de esa manera tenía la confianza suficiente para compararse con ella. Además, ahora era la única hija de la familia García, por lo que había recibido mucho dinero y apoyo. Cualquier mujer que recibiera tantos recursos durante cinco años podría lucir noble y elegante. Las comisuras de Raquel se curvaron en una ligera sonrisa. "Nada mal. Por suerte, aún no me han asesinado. Parece que tú también eres una modelo elegida por Mónica." Al juzgar por su ropa y la manera en la que estaba parada junto a su agente, Raquel intuyó de inmediato su profesión.

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