Capítulo 10
Después de eso, Andrés pasó varios días inquieto.
Se repetía que Isabela no podía haberse ido de verdad.
Ella lo amaba tanto. ¿Cómo iba a marcharse sin más?
Seguramente estaba molesta y había recurrido a este método para obligarlo a ceder.
Pero ¿con qué derecho hacía un berrinche así?
Él ya le había explicado: Karina solo necesitaba que naciera el niño, y después todo volvería a ser como antes.
Molesto, tironeó del cuello de su camisa y se plantó frente a la ventana.
Miraba de manera automática hacia la puerta, como si en cualquier instante pudiera ver a Isabela regresar arrastrando su maleta.
—¿Qué estás mirando?
Karina se acercó y lo abrazó por detrás, apoyando la mejilla contra su espalda. Su voz era suave, casi melosa.
—Cuando nazca el bebé, ¿ya pensaste cómo quieres ponerle?
Andrés no respondió; solo tensó la espalda.
Pasó un largo momento antes de suspirar.
El brillo en la mirada de Karina cambió por un segundo, oscuro y afilado, pero enseguida recuperó su sonrisa:
—Escuché que I

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