Capítulo 20

En la mañana en que comenzaba a derretirse la primera nieve de primavera, Isabela recibió un documento. Había sido enviado desde su ciudad natal y la letra, apresurada y desordenada. Con solo un vistazo, el corazón se le hundió. Era una carta de sus padres. La mayor parte hablaba de su vida actual y de cómo la extrañaban. Pero al final mencionaban algo que la dejó sin aliento: su antigua suegra, la madre de Gabriel, había fallecido. De pie en la puerta, con el papel en la mano, miró a lo lejos a Gabriel, que partía leña sin sospechar nada. No sabía cómo decírselo. Gabriel notó su mirada, dejó el hacha y se acercó. Aunque aún no sanaba del todo y se movía torpemente, su mirada conservaba la misma suavidad de siempre: —¿Qué ocurrió? Isabela le entregó el documento sin decir palabra. Gabriel lo leyó y permaneció largo rato en silencio. No mostró ninguna expresión, pero tampoco encontró palabras que decir. —Voy contigo. —Dijo Isabela, tomando su mano con delicadeza. —Aunque tu identidad no