Capítulo 24
Para facilitar su trabajo, Victoria alquiló un ático.
Al día siguiente, alguien se mudó preciso al departamento frente al suyo.
Era Jonás.
Durante ese mes en Castroviento, Victoria se lo había cruzado con frecuencia en distintos lugares.
Por casualidad junto a los estantes del supermercado, en la entrada de un restaurante de mole o, en algún rincón del parque...
Con su estatus, no era apropiado que apareciera en esos sitios.
Victoria sabía muy bien que él la estaba siguiendo.
A veces, cuando se cruzaban de frente, intercambiaban un par de saludos como amigos comunes y nada más.
Otras veces, él simplemente la seguía en silencio, como una sombra.
Poco a poco, inmersa en su propio mundo, Victoria se acostumbró a todo esto y lo tomó como si hubiera conseguido un guardaespaldas gratuito.
Desde que se volvieron vecinos, las ocasiones para encontrarse aumentaron aún más, y la sonrisa en el rostro de Jonás se volvió cada vez más radiante.
De vez en cuando, él tomaba la iniciativa de invitarla:

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