Capítulo 71
Esta vez Irene usó aún más fuerza que antes; perdí el equilibrio hacia atrás, convencida de que iba a caer. Sin embargo, mi cuerpo chocó contra un pecho firme.
Me giré sobresaltada y sentí un frío recorrerme.
Era Pablo, que había aparecido en la oficina justo en ese momento.
Al ver su rostro sombrío, el corazón me dio un vuelco.
—¡Presidente Pablo!
—¡Presidente Pablo!
Tras esos saludos apagados, el bullicio de la oficina se desvaneció. Todos los presentes bajaron la cabeza en silencio.
Yo, temblando, retrocedí varios pasos con torpeza.
Los ojos de Pablo destilaban molestia: —¿Te empujan y te quedas tan tranquila?
—Yo... —Lo miré, sintiéndome un poco culpable y un poco incómoda.
Haciendo un esfuerzo por contener el temblor en mi voz, añadí: —Solo no tuve tiempo de reaccionar.
Pablo me recorrió de arriba abajo con la mirada. Luego avanzó hacia Irene y extendió la mano.
Ella, como un globo desinflado, temblando, le devolvió el collar.
Él lo guardó en su estuche y, con voz cortante, senten

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