Capítulo 74
Me insulté mentalmente un par de veces, espantando aquellas ideas absurdas, y salí del despacho de Pablo.
El resto de compañeros ya estaban recogiendo para marcharse. Normalmente salían rápido, pero hoy lo hacían con una calma sospechosa, mirando de reojo hacia la puerta.
Cuando me vieron entrar, bajaron la cabeza de inmediato.
Eché un vistazo general, sin decir nada, y me dirigí a mi puesto para comenzar a recoger.
La compañera que tenía justo enfrente me lanzó una sonrisa zalamera: —¿El Presidente Pablo te llamó para hablar de un ascenso, verdad?
Me quedé perpleja, preguntándome si acaso habían estado escuchando.
—No, para nada. —Negué con la cabeza.
—¿Seguro? —Las miradas de todos destilaban desconfianza.
—Claro que no. ¿Quién les dijo eso?
—En cuanto saliste, vino Antonio. Dijo que solo estaba ocupando el puesto de Irene de forma temporal, que alguien tendría que hacerse cargo de verdad.
Al escucharla, rechiné los dientes por dentro.
¡Maldito capitalista! Ese era exactamente el jue

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