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Rotos para siempreRotos para siempre
autor: Webfic

Capítulo 8

Al atardecer del tercer día, Rubén regresó con los dos niños. Apenas entró, explicó por iniciativa propia: —Isabel le ha tenido miedo al dolor desde pequeña y es muy sensible al sufrimiento, por eso la llevamos primero al hospital. Iván también murmuró en voz baja: —Sí, mamá, eres mucho más fuerte que Isabel, tú no nos necesitas igual que... Ismael asintió con la cabeza. —Isabel es demasiado frágil, necesita que la protejamos. —Basta —Micaela los interrumpió—. No hace falta que me lo expliquen. Lo tenía demasiado claro. Todas las explicaciones, en el fondo, no eran más que porque amaban a Isabel y no a ella. En el pasado, esa conciencia la habría hecho desear la muerte, pero ahora ya no era así. Porque ella ya... no los amaba. Al ver su expresión tan serena, una inexplicable inquietud pasó fugazmente por el corazón de Rubén. Parecía querer compensarlo, así que volvió a hablar: —Esta noche habrá una lluvia de estrellas, te llevaré a la cima de la montaña para verla. —No hace falta. —No seas obstinada —Rubén miró a los dos niños—. Acompáñenla a cambiarse de ropa. Iván e Ismael inmediatamente le sujetaron del brazo. —¡Mamá, vamos! La metieron a la fuerza en el auto y fue entonces cuando se dio cuenta de que Isabel también estaba allí. —Micaela, no te molestes —dijo Isabel con voz suave—, desde pequeña he tenido miedo a la oscuridad, Rubén no confía en dejarme sola en casa... Rubén contestó enseguida: —Isabel tiene ceguera nocturna, por la noche se asusta si está sola. Los dos niños también añadieron con entusiasmo: —¡Pobrecita Isabel! Micaela cerró los ojos con cansancio, no quería escucharlos más. Durante todo el camino, Rubén y los dos niños se desvivieron por Isabel. Ajustaban su asiento, le pasaban mantas, le ofrecían fruta, temían que se sintiera incómoda en lo más mínimo. Isabel de vez en cuando miraba de reojo a Micaela, intentando encontrar celos o rabia en sus ojos, pero solo vio que ella miraba tranquilamente por la ventana, como si todo aquello no tuviera nada que ver con ella. Al llegar a la ladera de la montaña, bajaron del carro y continuaron a pie. De repente, Isabel resbaló, soltó un grito y agarró bruscamente la muñeca de Micaela. ¡Rodaron juntas por la ladera! —¡Micaela! ¡Isabel! Rubén y los dos niños corrieron apresurados, pero vieron que Isabel solo tenía la palma de la mano raspada y, entre lágrimas, mostraba una expresión lastimera. Mientras tanto, Micaela se había golpeado contra una piedra; una roca afilada le había abierto una larga herida en la pantorrilla y la sangre tiñó su pantalón al instante. Estaba tan pálida como el papel. —Llevaré primero a Isabel de vuelta —Rubén decidió de inmediato—. Micaela, aguanta un poco más, llamaré al equipo de rescate. Después de decir esto, levantó a Isabel en brazos y se marchó sin mirar atrás. Iván e Ismael dudaron un momento, miraron la pierna de Micaela, que sangraba abundantemente, y luego miraron a Isabel en brazos de Rubén. Al final, decidieron seguirlos. Micaela permaneció tumbada en la fría ladera, observando cómo sus siluetas desaparecían en la oscuridad de la noche. Esperó toda la noche. Nadie regresó. Al amanecer, Micaela, apretando los dientes, arrastró su pierna herida y, poco a poco, logró subir hasta la carretera. Detuvo un auto, fue al hospital para que le curaran la herida y, después, se dirigió directamente al Registro Civil. Cuando le entregaron el certificado de divorcio, al mirar las palabras impresas en el papel, sintió una extraña sensación de alivio. Al regresar a la villa, la casa estaba completamente vacía. Rubén y los demás aún estaban en el hospital acompañando a Isabel para que le hicieran un chequeo completo. Micaela dejó el certificado de divorcio de Rubén sobre la mesa, junto a una nota. [Me he ido. No me busquen, ya no los quiero.] Luego, tomó la maleta que hacía tiempo había preparado y se marchó de esa prisión que la había atrapado durante cinco años, sin mirar atrás. Detrás de ella, el sol de la mañana comenzaba a elevarse lentamente y, frente a ella... Se abría una vida completamente nueva, sin Rubén, Iván ni Ismael.

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