Capítulo 63
En el mundo empresarial abundaban las transacciones ocultas. Era imposible que Lucía no lo supiera y, aun así, insistía en arruinar su momento.
Eso puso muy molesto a Ernesto.
De repente tomó la copa y vertió todo el contenido en la cara de Lucía. —¿Qué te crees? ¿Por qué tengo que darte la cara? No eres más que una pequeña secretaria, ¿con qué derecho vienes a ordenarme?
Lucía quedó totalmente desprevenida.
El líquido helado le escurrió hasta meterse en el cuello y descender serpenteante, lo que en realidad le permitió mantener la calma.
—Señor Ernesto, ya tiró el vino y ya descargó su enojo. Ahora me llevaré a la señorita, descanse bien. No lo molestaremos más.
Dicho esto, tomó a la debilitada Norma para salir, sin importar lo enfadado que estuviera Ernesto en ese momento ni cuán feas fueran sus palabras.
Al fondo del pasillo estaban Tomás y Sebastián, que habían llegado apresurados.
Al verlas, Sebastián llamó de inmediato: —señorita Norma.
Norma, que hacía apenas un momento necesita

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