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Capítulo 7

Alfonso se quedó paralizado al ver a Elisa en el auto, vestida con la bata del hospital. Poco después, se dio la vuelta y fue a cargar en brazos a la asustada Victoria, corriendo hacia la sala de urgencias. Elisa permaneció sentada en el auto, y la herida se le volvió a abrir. Solo gracias a que el personal médico la descubrió a tiempo, pudieron llevarla de inmediato a suturar. Esta vez fue diferente: al despertar, la primera persona que vio fue precisamente ese Alfonso tan ocupado. Él apagó en silencio el cigarrillo entre los dedos y, cuando levantó la mirada hacia ella, su expresión se volvió grave: —Ve a disculparte con Victoria y este asunto quedará olvidado. —¿Que me disculpe? —Elisa soltó una risa incrédula, como si hubiera escuchado un mal chiste. Negó con la cabeza, tan furiosa que habló con ironía—. ¿Si me disculpo, entonces ella me perdonará? —¿Y por qué no? Ella fue tu compañera de universidad y también tu amiga. No tienes que verla como alguien mala. —¿Y si fue ella quien provocó que perdiera a mi hijo, Alfonso? ¿La harías agachar la cabeza para pedirme perdón a mí? —Los ojos de Elisa se enrojecieron de golpe y las lágrimas comenzaron a caer sin aviso. Pero el hombre permaneció inusualmente en silencio, tan callado que parecía saberlo todo. "Sí, Alfonso no me ama. ¿Cómo podría querer que yo tuviera un hijo? Eso solo sería un obstáculo en el camino de su amor con Victoria". Después de un largo silencio, él volvió a hablar, desviando el tema: —¿Por qué fuiste a la fiesta de compromiso sin avisar… y además con ese vestido? Elisa lo miró con incredulidad, con los ojos muy abiertos. Alfonso se quedó quieto. Era la primera vez que veía a Elisa así. Tenía los ojos enrojecidos, los labios mordidos hasta sangrar, los dedos apretados hasta ponerse blancos, y aun así no dejaba escapar ni una sola lágrima. Sintió el pecho oprimido, con la intuición de que algo dentro de él se estaba desvaneciendo. Hasta que ella, con una calma helada, dijo: —Alfonso, divorciémonos. Él no pudo seguir sentado. Pero más que no poder quedarse quieto, fue que justo en ese momento que entró una llamada de Victoria, y él volvió a dejarla para irse otra vez. Una náusea le subió por la garganta, Elisa corrió al baño y vomitó. La última vez que había vomitado había sido por el embarazo. Con cuidado, acarició su vientre, llorando con tanto dolor que su cara quedó cubierto de lágrimas y mocos, como si... como si su hijo aún estuviera allí. Media hora después, salió del baño. —Elisa, perder a tu hijo debe doler, ¿verdad? ¿Con qué piensas competir conmigo? Ese viejo te ha deseado desde hace tiempo. Solo quería humillarte en público, pero mírate, terminó llevándose una sorpresa inesperada. —¿Eres tonta o qué? ¿Todavía pensabas atropellarme? Qué lástima, Alfonso siempre se hará responsable de mí. —Vio los documentos sobre la mesa y se detuvo un instante—. ¿Un acuerdo de divorcio? Vaya, qué sensata resultaste ser. Haré que Alfonso lo firme. Un "¡zas!" seco resonó en el aire. Elisa levantó la mano y le dio una cachetada. Victoria, que no alcanzó a reaccionar, recibió el golpe de lleno. Cuando volvió en sí, sus ojos se llenaron de odio. Iba a levantar la mano para devolvérsela, pero se detuvo a mitad del movimiento: Elisa le sujetó la muñeca y le devolvió el golpe con la otra mano. —Señorita Elisa, ya le dije que yo no hice nada. ¿Quiere mi vida? Déjeme en paz. Prometo que no volveré a aparecerme cerca de ustedes, ¿sí? Elisa arrugó la cara suavemente, apenas comenzaba a entender lo que ocurría, cuando alguien la jaló con fuerza hacia atrás. Se golpeó contra la estructura metálica de la cama del hospital y su vientre recibió otro impacto. Alfonso la miró con furia, con una expresión cargada de enojo: —¡¿Puedes dejar de ser tan impulsiva?! ¡¿Nunca terminas?! Ordenó al médico que llevara a la tambaleante Victoria a recibir tratamiento y su mirada hacia Elisa se volvió aún más fría: —El niño ya no está. Si me lo hubieras dicho antes, ¿habríamos llegado a esto? Tú misma causaste todo esto. —¡¿Te duele verla herida y por eso pudiste hacerle tanto daño a mi hijo?! —¡Ese también era mi hijo! Este asunto termina aquí. Te daré una explicación, Elisa. Pero deja de ser tan ingrata. Dicho eso, Alfonso salió de la habitación sin mirar atrás. Elisa se sostuvo el vientre para ponerse de pie, y después de un largo silencio, soltó una risa amarga que se prolongó demasiado. "No sé reconocer lo bueno, ¿eh? Alfonso, Victoria, esto no va a terminar tan fácilmente". Antes de irse, Elisa llamó a su abuelo, que vivía retirado. Esa misma noche empacó sus cosas, tomó el acuerdo de divorcio y subió al avión. El cielo ardía con los colores del atardecer, y nubes encendidas de fuego se extendían por el horizonte. Sin dudarlo, sacó la tarjeta SIM del celular y la arrojó al basurero, sin sentir ni una sola ola de emoción en el pecho.

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