Capítulo 1243
Esther quiso detenerlo, pero no pudo evitar volver a vomitar; incluso tenía el estómago ya irritado de tanto hacerlo.
Rubén, en un instante, tomó la botella de agua mineral, se la entregó y rápidamente tomó unas servilletas para limpiarle la comisura de los labios.
—¿Te sientes mejor?
Esther se enjuagó la boca, pero aún mantenía las náuseas.
Solo había tomado media botella de agua mineral; la otra mitad quedó en manos de Rubén, quien la apretaba con tanta fuerza que parecía que fuera a explotar en cualquier momento.
Pero él no se atrevía a preguntar nada: estaba extremadamente nervioso. Las venas del dorso de su mano se marcaban y sus labios temblaban, como si estuviera gravemente enfermo.
—Esther, tú... ¿Acaso...?
Ella había vomitado tanto que ya no quedaba nada en su estómago y el cuerpo le flaqueaba sin fuerzas.
Rubén la sostuvo y la hizo sentarse a un lado; en sus ojos brillaba una alegría contenida, pero al mismo tiempo la observaba con cautela, sin atreverse a decir palabra de má

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