Capítulo 13
—Francisco, ¿de verdad no te importa quedarte aquí con Toby todo el día?
Gloria llevó una taza de café; sobre la espuma, el arte latte dibujaba claramente la cabeza de un gato.
—No hay problema —respondió Francisco con una sonrisa, y no pudo evitar volver a acariciar la barriga de Toby.
Ese día, después de llevar al gatito al hospital para esterilizarlo, lo dejaron temporalmente en la cafetería de Gloria.
Aunque llevaba el collar isabelino tras la operación, el pequeño gato no había perdido el apetito; por eso le llamaron "Toby".
Desde entonces, Francisco parecía haberse acostumbrado a estar con ella y en su local: llegaba antes de que abriera y solo se marchaba, a regañadientes, cuando cerraba.
La cafetería, gracias a Francisco y Toby, empezó a prosperar; Gloria, que al principio solo quería una vida tranquila, ahora no paraba ni un segundo.
—Gloria, ¿todavía no has encontrado un sitio donde vivir?
Ella negó con la cabeza y suspiró. —Los pisos que he visto hasta ahora no me convencen.

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