Capítulo 9
Bruno pasó tres días más en el hospital.
El día del alta, la embajada le avisó que le aprobaron la residencia en Tarcania.
Era la única buena noticia que había recibido últimamente.
De pie frente a la embajada, la luz del sol era tan intensa que casi hacía llorar.
Levantó la mano para protegerse; donde antes llevaba el anillo de bodas solo quedaba una marca pálida en el dedo.
Ya era hora de terminarlo todo.
Tras recoger la residencia en la embajada, fue al despacho de abogados, redactó el acuerdo de divorcio, lo firmó, y después llamó a Ignacio.
—Sal un momento. Quiero verte.
En la cafetería, Ignacio lo miró con desconfianza: —¿Qué quieres? Te lo advierto, si Alicia se entera de que me haces algo...
Bruno no respondió. Simplemente sacó la alianza de su bolso y la puso frente a Ignacio.
—Póntela, a ver.
Ignacio, receloso, se la colocó en el dedo anular. Le iba perfecta.
—¿Tú...? —Se quedó boquiabierto.
Bruno sonrió: —¿No querías saber por qué Alicia empezó a evitarte de repente?
El dedo de Ignacio temblaba.
—Te lo diré todo.
Bruno lo miró a los ojos y, despacio, le dijo: —Ella te evitaba, no porque se casara conmigo ni porque la hubieras enfadado, sino porque te ama.
—En su celda guarda tu foto y juguetes para masturbarse.
—Cada día se desahoga con ellos pensando en ti.
—La noche que entraste a vivir en nuestra casa, tú dormiste en el sofá, pero ella te besó en secreto durante tres minutos.
—Este anillo, ella lo encargó a tu medida; el hombre con quien siempre quiso casarse eras tú.
Mientras hablaba, el rostro de Ignacio cambiaba de color.
Asombro, desconcierto, vergüenza y alegría, emociones cruzadas en su mirada.
Bruno lo miró y de pronto le pareció irónico.
Alicia temía confesarle sus sentimientos, tenía miedo de perderlo, así que reprimía sus deseos con la meditación.
Pero no sabía que Ignacio también la amaba.
Bruno se levantó, sacó el acuerdo de divorcio ya firmado y se lo entregó: —Cuando Alicia regrese, dale esto y dile que les deseo toda la felicidad del mundo.
Se dio la vuelta para irse. Ignacio, por fin, reaccionó y lo llamó: —¿A dónde vas?
Bruno ni siquiera miró atrás: —Estoy divorciado, así que ahora voy a vivir mi propia vida. A partir de ahora, lo suyo no tiene nada que ver conmigo.
—Y te advierto, si vuelves a ponerme una mano encima, te lo devolveré cien veces.
Aeropuerto.
Bruno, con su maleta, recibió un mensaje justo antes de embarcar.
Era de Alicia.
Una foto, acompañada de un mensaje: [Ya he llegado. Este es tu regalo.]
En la imagen había una pulsera sencilla, ni siquiera venía en una caja.
Bruno sonrió.
Sabía que solo era un obsequio de cortesía.
Alicia había viajado para pujar por los gemelos de joyas para Ignacio.
Él solo era una excusa, algo secundario.
Pero no le dolía.
Porque ya no amaba a Alicia y no tendría que soportar más maltratos.
Con el billete en la mano, entró a la sala de embarque. Al levantar la vista, la vio, en la zona VIP, Alicia, con su abrigo negro y el rostro frío, salía del finger del avión.
No la llamó, solo la vio alejarse en silencio.
"Alicia, feliz divorcio. Te deseo libertad."
"Y yo, por fin, me deseo la paz."
Al instante siguiente, la bloqueó de todos sus contactos y, sin volver la vista atrás, siguió su propio camino.